Y llegó el año 100 a.C, un año redondo (para nosotros). 653 desde la fundación de Roma. Ese año nació Cayo Julio César.
Su padre (con el mismo nombre), que llegó al cargo de pretor, murió en batalla cuando César era joven. Su madre Aurelia, de los Cota, poseía una ínsula (una manzana de residencias) en el pobre barrio del Subura. Así, César creció rodeado de gentes de muy diferente estopa.
La hermana de su padre se había casado con Cayo Mario, siete veces cónsul, vencedor de los Cimbrios y los Teutones, y nombrado Tercer Fundador de Roma. Su figura le marcó enormemente.
A los 16 años fue prometido a Cornelia, hija Lucio Cornelio Cinna (colega de Mario), y nombrado flamen dialis, sacerdote especial de Júpiter. El puesto, aunque prestigioso, acarreaba una serie de requerimientos que cortaban de raíz cualquier posible carrera militar: no tocar a ningún muerto, no posar la mirada en un ejército armado, no montar a caballo, no pasar la noche fuera de Roma, no acceder al consulado...
Tras la guerra civil que acabó encumbrando a Sila, éste quiso obligar a César a divorciarse de Cornelia, la hija de su rival. César no aceptó, lo que le costó que se pusiese precio a su cabeza. El joven flamen dialis tuvo que exiliarse para evitar que le matasen. La mediación de Aurelia, su familia y el Pontifex Máximus fue clave para que el dictador ofreciese el perdón a César; pero tuvo que renunciar al sacerdocio. Sin saberlo, Sila le concedió el mayor favor que podía hacerle.
Libre de sus cargas religiosas, César pudo iniciar su carrera militar, imprescindible para medrar políticamente en Roma.
Sirviendo como tribuno en Asia, bajo las órdenes de Marco Minucio Termo, visitó la corte del Rey Nicomedes IV de Bitinia, trabando gran amistad con él. De este viaje los enemigos políticos de César crearon la leyenda de que había habido una relación homosexual entre los dos. Incluso crearon el sobrenombre de "Reina de Bitinia" para él. César no se libró en toda su vida de este rumor, que le persiguió con toda la carga peyorativa que conlleva.
En la batalla de Mitilene (todavía en Asia) fue condecorado con la corona cívica por su bravura y arrojo en la toma de las murallas de la ciudad. La concesión de la corona le proporcionó, gracias a las leyes aprobadas por Sila, un asiento en el Senado.
A su vuelta a Roma, ejerció durante un tiempo como abogado y, después, se embarcó rumbo a Rodas para estudiar retórica y oratoria. Este viaje lo hizo como privatus (hombre civil, sin encargo político ni militar por parte del Senado).
Durante su regreso fue secuestrado por unos piratas cilicios, que pidieron un rescate por él. La isla de Rodas adelantó el dinero y, al quedar libre, César lideró una flota para apresarles. Aún sin autorización del Senado y ante la pasividad del gobernador de la provincia, César los hizo crucificar.
Cuando murió su tío, Cayo Aurelio Cota, le sustituyó como pontífice.
A lo largo de los años, fue cuestor en Hispania, edil curul (mandato en el que se endeudó enormemente para pagar diversos festejos para el pueblo) y pretor urbanus (el más votado de todos los pretores elegidos). Todas las magistraturas las desempeñó in suo anno (en el año que le tocaba por su edad), un hecho que no siempre se daba y de lo que podía sentirse orgulloso.
Además, a la muerte del Pontifex Maximus (líder del Colegio Pontificio), César fue elegido para sucederle, lo que le proporcionó una residencia oficial, la Domus Publica, y se convirtió en el paterfamilias de las vírgenes vestales que la habitaban.
Durante una festividad a la Bona Dea, sólo apta para mujeres, un joven alborotador llamado Clodio se coló en la Domus. Al ser descubierto, fue expulsado y se armó un gran escándalo. Se consideró un sacrilegio y todo el mundo supuso que su objetivo era yacer con Pompeya, nieta de Sila y segunda mujer de César (Cornelia había muerto años antes). Poco después, César se divorció de ella, aunque no estaba claro que Pompeya tuviera algo que ver con el asunto. Y de ahí viene la famosa frase:
"La mujer de César no sólo debe ser honrada; además debe parecerlo"
Aún volvería a casarse una vez más, con Calpurnia, de los Pisón. Otro matrimonio de conveniencia. Si bien es sabido que César fue un mujeriego, acostándose con las esposas de sus enemigos políticos, sí que hubo un verdadero amor en su vida: Servilia, de los Cepión; hermanastra del optimate Marco Porcio Catón.
Tras su año como pretor urbanus, ejerció como gobernador en Hispania, donde guerreó contra la tribu de los lusitanos.
Fue proclamado Imperator en el campo de batalla por sus legiones, lo que le daba derecho a celebrar un Triunfo a su regreso a Roma. Sus enemigos políticos le obligaron a elegir entre el Triunfo (la celebración más gloriosa a la que podía aspirar un general) o presentarse al consulado. Ante la sorpresa de todos, César se decantó por la candidatura al consulado (que, por supuesto, ganó), argumentando que él estaba llamado a celebrar otros Triunfos a lo largo de su vida.
Durante los últimos años había creado una alianza política con Cneo Pompeyo Magnus, el general con mayor estrella de ese momento, y Marco Licinio Craso, el hombre más rico de Roma. Con ellos pactó algunas medidas populares, la concesión de tierras para legionarios veteranos y repartirse, entre los tres, el gobierno de provincias por una duración mayor a un año (como era lo habitual).
De esta forma, tras su año como cónsul, César recibió el gobierno de La Galia Transalpina e Iliria por una duración de cinco años. Como el gobernador de La Galia Cisalpina murió, ésta se sumó a las otras dos provincias. Y es allí, en La Galia, donde Cayo Julio César forjaría su leyenda. Pero eso da para otro artículo.
Continuará.
Imperator Caesar Cerverius
Bibliografía:
MCCULLOUGH, C. (1990-2007). Serie - Masters of Rome.
PINA POLO, F. (1999). La Crisis de la República (133-44 a.C.)