lunes, 9 de mayo de 2016

LA LEGISLATURA DE LA DECEPCIÓN


111 días. Eso es lo que ha durado la XI legislatura de la democracia reciente. 111 días de risas, llantos, palabras amables, palabras amargas, gestos, desplantes... 111 días de decepción.
Decepción para los votantes del Partido Popular, que han visto un presidente inoperante, inmóvil y hermético.
Decepción para los votantes de Ciudadanos, que esperaban que el partido naranja fuera garante del cambio, y han visto cómo Rivera ha buscado editar una Gran Coalición que perpetuase el gobierno del PP.
Decepción para los votantes del Partido Socialista, que vieron negada su ideología de izquierdas al observar cómo su partido se lanzaba a un pacto con Ciudadanos que poco o nada tenía que ver con el programa con el que concurrían a las elecciones.
Decepción para los votantes de Podemos, que han visto cómo su grupo era incapaz de llegar a acuerdos para defender sus iniciativas. Las "salidas de pata de banco" de su líder y la falta de sintonía con los socialistas dieron al traste con cualquier acuerdo.
Decepción para los votantes de Izquierda Unida que, con indignación, han visto cómo con casi un millón de sufragios sólo obtenían dos escaños.
Y decepción, finalmente, para el Pueblo Español, que ha observado un espectáculo lamentable que sólo sirve para empeorar la ya maltrecha imagen de la sociedad política.
Como un "rasca y gana" que reza "sigue intentándolo", el Parlamento le envía un mensaje a los españoles: Han votado ustedes mal. Vuelvan a pasar por las urnas.
De esta forma, como si no fuera con ellos, los líderes de los partidos devuelven la pelota al Pueblo. Pero sus señorías van mal encaminadas, pues las encuestas muestran que los ciudadanos tienen intención de votar lo mismo, o muy parecido, en las próximas elecciones del 26 de Junio.
Los decepcionados de un partido pueden buscar refugio votando a otro pero, en términos generales, el voto se repartirá y todo seguirá igual.
Dentro de este marco hipotético, Podemos ha tomado la iniciativa para que todo cambie aunque todo siga igual. La búsqueda de la confluencia con Izquierda Unida es un intento de que, con los mismos votos, se consigan más escaños.
En esta campaña, los candidatos tendrán que buscar nuevas formas para atrapar a nuevos votantes, sin perder a los antiguos. De nada servirán los reproches ni los insultos. No habrán de hablar más alto, sino más claro. Los votantes querrán ver más debates, más contraste de ideas, más diálogo y más compromiso.
El Pueblo está harto de que las promesas en campaña sean olvidadas después de las elecciones.
El candidato que ofrezca todo eso, y lo haga de manera creíble, se llevará el gato al agua.
Mariano Rajoy deberá, mal que le pese, bajar a la arena política y debatir con Rivera e Iglesias. Aún a riesgo de salir despellejado.
Albert Rivera deberá colgar el falso traje de "hombre de estado" que pretende vender y dejar claro con quién va a pactar después del 26-J.
Pedro Sánchez deberá comprometerse a hacer una verdadera política de izquierdas, como la que demanda su militancia de base, o correrá el riesgo de sufrir una torrencial fuga de votos.
Y Pablo Iglesias deberá bajarse unos cuantos puntos de soberbia, dejar de tratar a sus potenciales socios con suficiencia y mostrarse más humano.
Una cosa está clara para lo que pase tras el 26 de Junio: un gobierno progresista pasara por la unión de PSOE y Podemos, sea Sánchez o Iglesias quien encabece ese gobierno.
De nada servirá quemar puentes en campaña para reconstruirlos tras las elecciones. Bastante mal paradas han salido de este envite las relaciones entre los dos partidos. El vaso está roto, eso está claro. Ahora sólo queda no cortarse con los cristales.
Imperator Caesar Cerverius

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