“Como es sabido, los estudios universitarios de letras no ofrecen casi ninguna salida, salvo a los estudiantes más capacitados para hacer carrera en la enseñanza universitaria en el campo de las letras: se trata en resumidas cuentas de una situación bastante chusca en la que el único objetivo del sistema es su propia reproducción y que genera una tasa de deshechos superior al 95%.” Michel Houellebecq, Sumisión.
En la paupérrima y desnortada Europa del siglo XXI, sus habitantes deben ser conscientes de que la ideología del neoliberalismo impulsada por el mundo anglosajón en la década de los ochenta con Reagan en EE.UU. y Thatcher en Gran Bretaña acabó con la frágil socialdemocracia en prácticamente con la totalidad de los Estados europeos. Y este triunfo del capitalismo más salvaje ha afectado a todos los planos: desde la política a la economía –aunque a veces son un mismo ente- hasta a la sociedad civil en materia de sanidad o educación.
Llegados a este punto, es necesario poner de relieve el hecho de que el mercantilismo existente en todos los niveles de la sociedad afecta profundamente a esa factoría de trabajadores que algunos continúan llamando “universidad”. Precisamente, en este ámbito, las carreras de letras se están revelando como las más incapaces de dotar o establecer una mínima base competente de conocimientos a sus alumnos para que estos puedan encajar en el despiadado mercado laboral. Pongamos como paradigma de este hecho a la carrera de Historia. Aquellos que han cursado sus estudios la defienden a capa y espada bajo la premisa de que cumple una gran labor en cuanto proporciona una cultura democrática y una visión crítica de la sociedad y de todos los estamentos que forman parte de ella. Pero esta defensa rehúsa una abrumadora realidad: todo ser humano consciente y socializado con su entorno está politizado en mayor o menor grado y le resulta imposible afrontar el pasado histórico de una manera objetiva y real. Es entendible que se pueda alardear de la búsqueda obsesiva de la veracidad a tenor de los hechos y de las fuentes históricas pero la ideología, la presión social, el tener que contentar a fundaciones, asociaciones o editoriales y hasta el hecho de poder sobrevivir de los conocimientos adquiridos sin tener que recurrir a trabajos de semi esclavitud son barreras que impiden analizar la Historia con total veracidad y objetividad.
Y en cuanto a estructura de la carrera universitaria, Historia demuestra muchas de las deficiencias que muestra el sistema universitario español. Las materias, cuando no se solapan, presentan una enorme desigualdad en cuanto a duración y profundidad de enseñanza; todavía predomina el eurocentrismo –a pesar de que esta visión es criticada no se mueve un dedo por aportar unos conocimientos sobre África, Asia u Oceanía y sobre América solo se consigue que se pueda distinguir entre Estados Unidos y Argentina-; hay escasez de buenos docentes, de medios tecnológicos y materiales debido a la falta de fondos económicos para obtenerlos; muchos profesores viven enclaustrados en sus cubículos, enrocados en unas enseñanzas que han quedado tan obsoletas como sus neuronas –otros representan el modelo del funcionario con altos índices de absentismo laboral-; o bien utilizan los fondos universitarios con el fin de ser plasmados en sus libros de autobombo sin que esto beneficie de alguna manera al alumnado ni por supuesto en la transmisión de conocimientos, la cual sigue instalada en las clases magistrales y el pronunciar o sugerir medios digitales provoca sudores fríos entre parte del profesorado.
Lógicamente, con estos medios de formación, buena parte del alumnado es también una muestra del fracaso educativo de España. A esta carrera llegan alumnos con profundas deficiencias ortográficas y de expresión oral y escrita, cuyo mayor talento se revela en vomitar contenidos o en el momento de copiar en los exámenes. Esta ilegalidad tampoco tiene base en la búsqueda de conocimientos históricos en manuales y libros sino que se recurre a la mayor fuente de sabiduría que es Wikipedia. ¿Puede resultar llamativo en un examen comprobar que un alumno que está mostrando una falta de conocimiento sobre la materia explique muy buen una pregunta o un tema concreto? ¿O que escriba el resultado de unas elecciones autonómicas y municipales no solo con el número de escaños de cada partido sino con el porcentaje exacto de votos? Si en ambos casos. ¿Resultaría fácilmente comprobable? Por supuesto. ¿Pero el profesor toma alguna medida? No. Pasemos página.
Algo de lo que si puede sentirse orgullosa la universidad pública española es en el hecho de que ha reflejado en ciertos aspectos la corrupción social del país. Los alumnos deben aprender que a la hora de afrontar una carrera como Historia no importan ni la cultura ni los conocimientos que van a adquirir sobre el pasado histórico. Su título vale menos que el clavo del que cuelgue. Lo más valioso es saber manejarse en las relaciones sociales con profesores con el único fin de medrar y poder hacerse un hueco en la universidad estableciéndose como una pieza de las relaciones clientelares. Un alumno/a válido intelectualmente y con grandes capacidades a la hora de transmitir conocimientos históricos o muy hábil en buscar nuevas formas de enseñanza, si no ha dedicado tiempo a cultivar estrechas relaciones con profesores pasará desapercibido, debido, entre otras cosas, a la falta de medios en el ámbito universitario para detectar y sacar el talento oculto. Pero por otra parte, si un alumno o alumna “cae en gracia” y dedica esfuerzos a seguir una línea de investigación inútil o banal pero que coincide con las anticuadas premisas de un profesor o profesora contará con todo el respaldo de ellos. A pesar de que se convertirá en un esclavo de las peticiones de los docentes, los cuáles tratarán de dejar su huella personal en el trabajo de su subordinado. Porque el ego que afecta a profesores se acaba extendiendo a sus “protegidos” que se afanan en demostrar su rigor histórico mediante una competitividad desaforada con sus semejantes en una auténtica ley de la selva Todo ello a pesar de que algunos presenten una incapacitación en el momento de articular una compleja estructura de expresión oral o escrita de forma coherente.
De este modo, el saber histórico, su transmisión y la adecuación de ambos con las nuevas tecnologías se revelan como una banalidad, una rémora, como algo que puede ser sustituido por una rápida consulta en internet sin necesidad de profundizar o de consultar en distintas fuentes. Ahora, esa profundidad de conocimientos es sustituida por las meras relaciones clientelares entre profesores y alumnos. No, mejor dicho entre patronos y trabajadores sin la adecuada remuneración. En eso se ha convertido la universidad. En una copia del mercado laboral.
-Olof.
No hay comentarios:
Publicar un comentario