Llegó, vió... y perdió. Pedro Sánchez llegó a su sesión de investidura el pasado 2 de marzo, y posteriormente el 4, pero no consiguió pasarla. Lo más paradójico es que él sabía perfectamente que no iba a tener los apoyos necesarios.
Con un acuerdo firmado con Ciudadanos unos días antes, Sánchez se presentó en el Congreso de los Diputados con 131 "síes" bajo el brazo (pues Coalición Canaria se sumó al acuerdo aunque, al final, su apoyo se tradujo en abstención).
En los más de 70 días desde las elecciones del ya lejano 20 de diciembre, el Partido Socialista no ha hecho nada para conseguir la investidura. Es como si quisiera auto-sabotearse (algo que en el PSOE no es de extrañar).
Al principio, no paró de poner trabas a Podemos (su aliado natural) haciendo un pacto con PP y C's para repartirse los puestos de la Mesa del Congreso; negando la posibilidad, a las confluencias, de tener grupo propio; o mandando al grupo parlamentario morado al "Gallinero" en la distribución de diputados en la Cámara (maniobra que luego se corrigió).
Poco antes de la investidura, el PSOE aceptó, a regañadientes, una reunión a 4, propuesta por Alberto Garzón, entre el Partido Socialista, Podemos, Izquierda Unida y Compromis. En una burda simulación de interés por formar un acuerdo de izquierdas, el PSOE acudió a la reunión al mismo tiempo que, en otra sala del Congreso, mantenía un encuentro con Ciudadanos. La mentira se hizo más patente, si cabe, en la persona de Garzón cuando, al extenderse los rumores de pacto con la formación naranja, se enfrentó a dirigentes socialistas y éstos le negaron cualquier tipo de acuerdo con los de Rivera. Al día siguiente, Rivera y Sánchez escenificaron su unión.
El líder socialista creyó que con sus 131 diputados y un chantaje a Pablo Iglesias acusándoles de que iban a hacer "pinza" con el Partido Popular, bastarían para que los emergentes se amilanasen y facilitasen su investidura con la abstención. Pero los de Podemos pueden ser nuevos, pero no tontos. Para ellos, sus ideas e iniciativas valen mucho y no van a plegarse ante las incitaciones de Sánchez.
El Partido Socialista ha intentado desprestigiar la imagen de Podemos argumentando que los morados sólo querían sillones, pero fue Pablo Iglesias quién salió el 21 de diciembre con una serie de propuestas que no obtuvieron respuesta por parte del partido de la rosa.
Pedro Sánchez está convencido de que 90 diputados dan para un gobierno "monocolor", pero Iglesias le recuerda que, con sólo 300.000 votos de diferencia entre las dos formaciones, lo que toca es un gobierno de coalición.
Desde el día 2 de marzo, se abre una ventana de dos meses hasta el segundo de mayo para buscar la investidura. Rajoy intentará reconquistar a Ciudadanos. Sánchez tendrá que decidir si se mantiene en su papel victimista, acusando a quienes no quieren apoyarle, o buscar en la izquierda su ansiada presidencia. Chantajes como el de la "pinza" o amenazas de retirar su apoyo en los ayuntamientos del cambio (como ya se ha oído) no funcionarán con Iglesias. Además, frente a este último argumento, lo mismo podría hacer Podemos en las Comunidades Autónomas en las que el PSOE gobierna con el permiso de los morados.
Sánchez tendrá que aceptar que su única oportunidad de investidura pasa por el acuerdo de izquierdas, que tendrá que dejar de demonizar a los nacionalistas catalanes (pues sus votos valen tanto como los del PSOE) y que habrá que afrontar el conflicto catalán de alguna forma (con o sin referéndum).
Si el líder socialista consigue madurar lo suficiente como para entender esto, puede que se convierta en el séptimo presidente de la democracia reciente. Si no, habrá que repetir elecciones y nos veremos el 26 de junio.
Imperator Caesar Cerverius
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