Hay una antigua leyenda helenística que cuenta cómo Dédalo y su hijo Ícaro quedaron atrapados en el laberinto del minotauro. Para poder escapar de la bestia, pegaron plumas con cera a sus brazos y, batiendo sus extremidades, volaron libres hasta el exterior. Mientras que Dédalo se conformó con volar bajo, Ícaro, joven e irreflexivo, ascendió maravillado ante el desafío vencido de volar. Desoyendo las advertencias de su padre, Ícaro se acercó demasiado al sol, derritiéndose la cera que sujetaba las plumas y precipitándose al vacío con un trágico final.
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, está empezando a tener un problema parecido. Tanto se está acercando al sol (La Moncloa), que está perdiendo de vista los riesgos de un trompazo.
El líder socialista se ve presidente. Ha superado no pocas dificultades hasta llegar donde está. Una elección a secretario general contra un campeón como Eduardo Madina, diversas citas electorales con resultados muy mejorables, luchas internas por el poder dentro del partido y un sorpasso anunciado de Podemos, en el 20D, que no llegó a producirse.
Pedro Sánchez está decidido a gobernar España, por mucho que tenga que maquinar para conseguirlo. Durante esta semana ha estado haciendo guiños a pequeños partidos de los que espera su apoyo o, cuando menos, su abstención.
En la elección de la mesa del Senado, los socialistas han cedido uno de sus puestos al PNV. La versión oficial es que el PSOE busca que haya pluralidad en ese organismo. La realidad es que Sánchez necesita los votos vascos para su investidura.
También en la Cámara Alta, los de la rosa han "prestado" dos senadores a Democracia y Libertad (la marca renovada de Convergencia Democrática de Cataluña) y otros dos a ERC para que pudieran tener grupo propio. Si bien Sánchez no puede esperar ni en sueños el apoyo de los independentistas, a falta de pan, buenas son tortas y su abstención se paga con gusto.
En esta serie de concesiones del magnánimo líder socialista, Pedro Sánchez se está olvidando de su principal socio en ese hipotético gobierno, Podemos.
Los de Pablo Iglesias quieren dividir a sus diputados en cuatro grupos parlamentarios: En Comú, Compromis, Na Marea y Podemos. PP, PSOE y Ciudadanos les niegan la posibilidad aduciendo que el reglamento del Congreso lo impide. La realidad es que el reglamento es interpretable en ambos sentidos, así que es, más bien, un tema de voluntad política. Lo que sí es un hecho es que, la noche electoral, el Gobierno transmitió los resultados dividiendo a Podemos en las cuatro coaliciones.
Para entender el difícil conglomerado de la formación morada hay que verlo como es la realidad española: una serie de grupos con un proyecto común pero con su propia identidad.
Para el PSOE el tema de los cuatro grupos parlamentarios que persigue Podemos es un tema menor, pero para Pablo Iglesias es algo vital. El mediático líder no tiene el control total de sus diputados. Él fue elegido para capitanear el barco, pero cada uno quiere su propio camarote.
La negativa de Sánchez de permitir a Podemos tener sus grupos parlamentarios separados puede hacer saltar por los aires el acuerdo de investidura. O, aunque no lo destruya totalmente, puede hacer que esos grupos a los que se les niega la autonomía, decidan votar por separado.
Compromis ya ha decidido que no se integrará en Podemos. Buscará la alianza con Izquierda Unida o intentará formar con En Comú y Na Marea un grupo propio. Mónica Oltra ha anunciado que, de no obtener el favor del Partido Socialista con este tema, la agrupación valencianista no apoyaría ninguna investidura.
Pedro Sánchez debería dar menos cosas por seguro y empezar a tratar bien a sus aliados. De lo contrario podría encontrarse compuesto y sin socios.
La falta de entendimiento entre PSOE y Podemos llevaría, con bastante seguridad, a unas nuevas elecciones en las que se podrían intercambiar los papeles (las últimas encuestas dicen que los de Iglesias superarían a los de Sánchez). Además, la ruptura del acuerdo podría transmitir consecuencias a los gobiernos regionales y municipales.
Y, por supuesto, como buen gallego, Mariano Rajoy se relame con gusto ante esta perspectiva pues, como dice el refrán: A río revuelto, ganancia de pescadores.
Imperator Caesar Cerverius
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