Un país en crisis, un gobierno inoperante, un partido asolado por los casos de corrupción y un presidente que no reacciona, pero que tiene una mayoría en el Congreso de los Diputados que le permite seguir con su inactividad. Frente a todo esto, un líder político que, aun sabiendo que no le dan los números y que su propuesta va a fracasar, decide decir basta. Ese es el sentido de la moción de censura planteada por Pablo Iglesias. Condenada al fracaso antes, incluso, de presentarse.
El Partido Popular sigue con su estrategia de indiferencia, como si todos los casos de corrupción que salpica a sus dirigentes no fuese con ellos.
Ciudadanos hace mucho tiempo que demostró que aquello del cambio político y echar a los corruptos de las instituciones lo decían con la boca pequeña. Han apoyado incondicionalmente al Partido Popular sin importarle el nido de corruptos en que se ha convertido.
El Partido Socialista lleva meses con sus luchas internas y no ha estado a la altura como principal partido de la oposición. Con su abstención, permitió a Rajoy ser investido presidente, de forma que ellos mismos han sido parte del problema.
Por último, los partidos nacionalistas. Los catalanes sólo tienen una cosa en mente: el referéndum. No hay quien los saque de ese callejón sin salida y poco o nada quieren saber de otros temas. Los vascos y canarios venden su voto por una partida presupuestaria. "Con perras, chufletes", que suele decirse. De esta forma, el gobierno también puede tener esos escaños controlados a golpe de talonario.
Con este panorama, Podemos ha decidido dar un golpe de efecto. Con su moción de censura repite aquello que ya dijo Unamuno: "venceréis, pero no convenceréis". Le dice a la sociedad que ellos no forman parte de ese juego sucio y no se resignan a estar cuatro años haciendo el paripé en el Parlamento. Acosarán al gobierno hasta derribarlo o hasta que, desde su interior, se tomen medidas con los corruptos. Guardar silencio, como hacen otros partidos, es una forma de permitir sus prácticas. De comulgar con ellos. Y eso no es algo a lo que el partido de Pablo Iglesias esté dispuesto.
Ésta ha sido la tercera moción de censura de la democracia. Las otras dos también fracasaron. Una del Partido Socialista a Adolfo Suárez y otra de Alianza Popular a Felipe González. Como la de Podemos, las otras también nacieron ya muertas, pero ambas tenían un objetivo: hacerse ver en el parlamento como alternativa de gobierno.
Lo que en esta ocasión ha sido una derrota, puede convertirse en victoria si Podemos y el PSOE deciden caminar juntos para poner fin al gobierno corrupto del PP.
Soplan nuevos vientos para la socialdemocracia con la victoria de Pedro Sánchez y, quizá, el reloj que mide el tiempo que le queda a Mariano Rajoy en La Moncloa se esté quedando sin arena.
Pablo Iglesias no ha conseguido ser presidente. Puede que nunca lo sea. Lo que no puede negársele es que ha traído la renovación a la anquilosada democracia española y no parece tener intención de parar esa renovación hasta que ésta llegue a todos los estratos institucionales del país.
Imperator Caesar Cerverius
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