Tras el derrumbe –que no desaparición- del fascismo ejemplificado en la República de Salò y la derrota en la IIª guerra mundial, Italia afrontaba un convulso presente y un dudoso futuro a finales de la década de los años cuarenta. Los grupos políticos antifascistas que habían luchado en la clandestinidad formaron un Comité de Liberación Nacional que resultaría el pilar fundamental a la hora de formar gobierno tras la dimisión del mariscal Badoglio. La monarquía, a pesar de su colaboración con el régimen de Mussolini, se prestó enseguida para seguir como la columna vertebral del nuevo sistema político pero un referéndum celebrado el 2 de junio de 1946 decretó la abolición de la realeza italiana. Y como si fuera algo perenne, se puso de manifiesto la división entre el norte (la mayoría optó por la república) y el sur (partidarios de la monarquía).
Y esa partición también se iba a reflejar en el plano político. Con la principal existencia de tres partidos –la Democracia Cristiana, el Partido Socialista Italiano y el Partido Comunista Italiano-, el sistema electoral establecido según la nueva Constitución de 1947 facilitaba la representación de las minorías lo que provocaba lógicamente la dificultad de formar gobiernos estables. Harían falta coaliciones múltiples y complejas entre partidos cuyas políticas no iban a converger, tal es el caso de la Democracia Cristiana de Alcide de Gasperi y el Partido Comunista de Palmiro Togliatti, quien llegó a ocupar el Ministerio de Justicia y fue Vice-Primer Ministro entre 1945 y 1946 en el Gobierno dirigido por de Gasperi. Aún así, los gobiernos de coalición se resquebrajaron de forma inmediata. De una manera similar a lo ocurrido en Francia con el PCF de Thorez, todos los ministros comunistas italianos fueron cesados de sus cargos durante la crisis de mayo de 1947. Esto originó unas enormes tensiones sociales que empujaron al PCI junto a los socialistas italianos a confluir en un Frente Democrático Popular que obtuvo en las primeras elecciones de la República de Italia un 30,98% de los votos, por detrás de la Democracia Cristiana con el 48,51%. Y para echar más leña al fuego, el 14 de julio de 1948 Togliatti sufrió un atentado a manos de un pistolero fascista que casi acaba con su vida. Enseguida, enardecidos, los italianos salieron a las calles en una de las manifestaciones más masivas del siglo XX. El país parecía derivar en una peligrosa espiral de violencia y polarización social y política que podía acabar en una guerra civil.
Pero de Gasperi tenía un as en la manga. Un ciclista.
Si en Italia se vivían momentos de tensión y desmembración, en el mundo del deporte también pasaba algo similar. Y el deporte más importante en ese momento junto al fútbol era el ciclismo. Por un lado estaba Gino Bartali (1914-2000), ganador hasta ese momento del Giro de Italia en los años 1936, 1937 y 1946 y del Tour de Francia en 1938. La guerra le había imposibilitado el obtener un mayor palmarés y había sido utilizado por la dictadura de Mussolini como el paradigma de la grandeza de Italia puesto que había derrotado a los franceses en su propia carrera. Pero Bartali, conocido como «El fraile volador», ferviente católico y votante de la Democracia Cristiana, era mucho más. Durante la IIª guerra mundial participó activamente en una red dirigida por Giorgio Nissim que permitió salvar la vida a 800 judíos llevando pasaportes y documentos falsificados escondidos en el tubular de su bicicleta a las abadías y monasterios toscanos. Cuando soldados o policías le paraban por los caminos de la Toscana siempre ponía la excusa de que estaba entrenando. Los carabineros siempre sospecharon que Bartali estuvo involucrado en alguna organización clandestina, pero su fama era tal que nunca llegaron a detenerlo. Incluso circuló por Italia una leyenda sobre su aura salvadora. Terminada la IIª guerra mundial, un vecino y amigo suyo llamado Antonio Davitti explicó que cuando llegó al campo de concentración de Dachau en 1943 un oficial alemán se interesó por él al conocer su origen toscano. Tras unos minutos de conversación le preguntó si conocía a Gino Bartali y Davitti le explicó que no solo le conocía, sino que llevaba una foto dedicada del corredor. El oficial nazi le instó que se la diera y a cambio le ofreció papel y lápiz para que escribiera el nombre de veinte presos. Días más tarde Davitti y los elegidos fueron enviados a trabajar a una fábrica.
Y por otro lado estaba Fausto Coppi (1919-1960). «El espectro temible» como lo llegó a bautizar el semiólogo Roland Barthes o «campionissimo» según la afición italiana, había vencido en el Giro de Italia de 1940 antes de que la guerra interrumpiese casi toda la actividad ciclista. Tras participar en la contienda enrolado en la División Ravenna y ser apresado por tropas británicas en África, retomó la actividad del ciclismo profesional con una determinación enorme, que le consagraría como uno de los mejores ciclistas de todos los tiempos. Bartali y Coppi representaban las dos concepciones existentes en ese momento en Italia. Gino era un católico practicante que portaba siempre una medalla de la Virgen en su cuello durante las carreras y amigo personal de Alcide de Gasperi. Fausto era todo lo contrario. Cercano a posturas socialistas, declaró públicamente en 1952 su agnosticismo y al año siguiente, mientras estaba casado con Bruna Ciampolini desde 1945, mantuvo una relación con Giulia Occhini conocida como «la Dama Blanca» y mujer de un ferviente admirador suyo. Su relación extramatrimonial causó una auténtica conmoción social en Italia e incluso el papa Pío XII condenó tal hecho. Fausto se separó de su mujer en 1954 pero Giulia fue acusada de adulterio por su marido y encarcelada. A Coppi se le retiró el pasaporte. Finalmente, la pareja pudo huir a Argentina donde nacería su hijo Faustino.
Pero volvamos a 1948. Italia vivía momentos de enormes tensiones sociales y políticas tras el intento de asesinato de Togilatti. Al día siguiente del suceso de Gasperi tomó una decisión y llamó a su amigo Bartali:
-Le ruego que haga algo. Sólo usted puede salvar el país.
Pero Gino tenía ante sí un reto casi imposible. El líder era el francés Louison Bobet, quien le aventajaba en 21 minutos. Aún así, la etapa del 15 de julio del Tour de 1948 iba a suponer un doble desafío para Bartali. Por un lado ganar la etapa e intentar recortar algo de tiempo. Por otro no decepcionar a de Gasperi y dar un poco de tranquilidad al pueblo italiano. La etapa conducía a los ciclistas desde Cannes hasta Briançon, atravesando los Alpes mediante puertos tan duros como Allos, Vars y el temible Izoard, con su cumbre a 2.361 metros de altitud. Así que Bartali, como si fuera una auténtica orden gubernamental, destrozó a todos sus rivales sin notar el cansancio ni la intensa nevada que caía en la cumbre del Izoard y que obligó a muchos ciclistas a poner pie a tierra y ascender los últimos kilómetros andando. En meta, redujo a 3 minutos la diferencia con Bobet por lo que se convirtió en el máximo candidato a ganar la carrera.
Su hazaña tuvo un impacto inmediato en Italia y de hecho llegó a interrumpir una intensa y acalorada sesión del Parlamento en la que se discutían las consecuencias del atentado sufrido por Palmiro Togliatti. Alcide de Gasperi pidió silencio y pronunció las siguientes palabras:
-Señores. Se acaba de producir una noticia de trascendentales consecuencias. ¡Una gran noticia! Bartali ha ganado la etapa del Tour.
Al día siguiente, en otra etapa de montaña de 263 kilómetros entre Briançon y Aix-les-Baines, Bartali se aupó al liderato de la general mientras ascendía en solitario la Croix de Fer. Y volvería a ganar dos etapas más que le permitieron convertirse en el vencedor final del Tour de Francia de 1948 con 34 años. En esa edición aventajó en 26 minutos y 16 segundos al belga Schotte y en 28 minutos y 48 segundos al galo Lapébie. Bobet, el ciclista que tenía una ventaja de 21 minutos sobre Bartali en la mitad de la carrera, acabó cuarto a 32 minutos y 59 segundos.
Su hazaña en esa etapa, así como su triunfo final, contribuyó a que se redujeran las tensiones sociales y políticas de una Italia al borde de una plausible revolución social. De esta manera se refirió Guilio Andreotti, político de la Democracia Cristiana y Jefe de Estado italiano en tres ocasiones: "Decir que la guerra civil se evitó por una victoria en el Tour de Francia es sin duda excesivo, pero es innegable que en ese 14 de julio de 1948, día del ataque a Togliatti, Bartali contribuyó a aliviar las tensiones."
Y el propio Bartali señaló años más tarde que: “No sé si salvé a la patria, pero cuando menos devolví la sonrisa a mucha gente.”
Y si ese momento supuso un freno a posibles revueltas sociales, no menos significó la materialización deportiva de la unión de las dos italias, la católica y de centro derecha de Gino Bartali y la agnóstica y socialista de Fausto Coppi. Ambos ciclistas ascendían el durísimo puerto del Galibier del Tour de Francia de 1952 en el transcurso la etapa undécima entre Le Bourg d’ Oisans y Sestrières. Coppi, unos centímetros por delante, le entregaba un bidón de agua a Bartali. En Italia se escribieron libros sobre quien bebió primero y aún hoy se desconoce a ciencia cierta quién hizo tal gesto, aunque algunas fuentes apuntan a que fue Coppi quien ofreció su agua a Bartali. Esta fotografía trascendió el mundo del ciclismo y adquirió un verdadero significado político y social al mostrar la reconciliación de los dos mayores iconos que representaban a las ideologías predominantes en Italia en ese momento.
Lo que no había logrado la política lo logró el Tour de Francia.
-Olof.
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