"Locura y grandeza son dos caras de la misma moneda y, cada vez que un Targaryen nace, los dioses lanzan la moneda al aire y el mundo aguanta la respiración para ver de qué lado caerá".
Los lectores de la saga épica "Canción de hielo y fuego" conocerán bien esta leyenda. Los emperadores romanos podrían haber seguido el mismo sistema.
Tras la muerte de Julio César, las aguas volvieron a su cauce (en cuanto a gobernación se refiere) en Roma. Pero el mundo había cambiado y ya no valían las mismas reglas.
Poco tiempo después, Marco Antonio, Marco Emilio Lépido y Cayo Octavio (sobrino nieto de César y su heredero e hijo adoptivo a título póstumo) formaron un pacto por el que establecían una nueva forma de gobierno, el Triunvirato, por el cual la República quedaba dividida en tres partes, siendo gobernadas por cada triunviro independientemente.
Años más tarde, con Lépido ya fuera de escena, las rencillas personales entre Marco Antonio y Cayo Octavio derivaron en una guerra civil que terminó con el heredero de César como vencedor.
Como único gobernante, César Octavio (que era como se le conocía por aquel entonces) recibió del Senado el título de "Augusto" y se le instó a tomar las riendas de la Nación. Fue así como nació el Imperio.
El título que hoy conocemos como "Emperador" es una denominación moderna a una figura que acumuló varias funciones de la época republicana. Las más importantes fueron: poseer imperium maius (Comandante en Jefe del Ejército), asumir la tribuni potestas (poder de los tribunos de la plebe y capacidad para juzgar), ser elegido Pontifex Maximus (máxima autoridad religiosa) y Princeps Senatus (líder del Senado).
No obstante, se siguieron eligiendo el resto de las magistraturas, pudiendo el emperador ejercer el consulado voluntariamente.
Aún así, la conversión en Imperio no fue una vuelta a la monarquía (anterior a la República). El título no era hereditario. Por lo general, el emperador designaba a su sucesor, pero el nombramiento debía ser ratificado por el Senado.
Desde la asunción del puesto por parte de César Octavio, hasta la caída del Imperio Romano de Occidente, en el 473 d.C, se sucedieron un buen número de emperadores. Los cinco primeros fueron adoptados por sus predecesores. Por ello el nombre de "César" fue arrastrándose de emperador en emperador, de padre a hijo.
Tras la muerte de Nerón, sin sucesor designado, el Imperio entró en una guerra civil, en lo que se conoce como "el año de los cuatro emperadores". Vespasiano, que salió triunfante, fue el primero en utilizar el nombre de "César" ligado al título. El término Imperator hacía referencia al poseedor del imperium (el mando militar).
Tal cantidad de poderes concentrados en una misma persona podían hacer prosperar al Imperio, en el caso de gobernantes capaces, como el periodo de "los cinco buenos emperadores" (Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pio y Marco Aurelio), o ser algo muy peligroso si caía en manos como Nerón, Calígula o Domiciano que, según las fuentes clásicas, abusaron del poder y llevaron a cabo tremendas fechorías.
Tras la muerte de Alejandro Severo, último emperador "político", sobrevino lo que se conoce como "la crisis del siglo III". Luchas de poder entre los generales de las legiones en la búsqueda de llegar a la dirección del Imperio. De esta forma se sucedió un periodo en que ningún emperador duró más de año y medio en el puesto.
Todo se estabilizó en el 284 d.C. con la llegada de Diocleciano al poder. Por aquel entonces, el Imperio era una bestia inmensa, difícil de gobernar. Diocleciano plantó el germen de lo que luego sería la división entre oriente y occidente. Creó un nuevo sistema de gobierno, la "Tetrarquía", partiendo el territorio en dos y nombrando un co-emperador. Cada emperador designó, a su vez, a un sucesor y le encomendó tareas de gobierno. De esta forma, se mantuvo el título de "Augusto" para los dos emperadores y "César" para los dos sucesores.
El Imperio se dividió definitivamente en el 395 d.C.
Tras un siglo sin conflictos en las fronteras y la consecuente falta de experiencia de las legiones, movimientos migratorios que venían del norte hicieron que los límites del Imperio se rompiesen y que los visigodos y los vándalos llegasen a Roma, saqueándola y estableciéndose en territorios imperiales.
En el 473, el jefe hérulo, Odoaco, depuso a Rómulo Augústulo, último emperador de Occidente.
El Imperio Romano de Oriente (rebautizado como Imperio Bizantino) aguantaría hasta el 1453, con la toma de Constantinopla por parte del Imperio Otomano.
Con la caída de Roma y la deposición de Rómulo Augústulo acabaría la historia, de más de 1200 años, en que una pequeña ciudad, nacida a orillas de una ciénaga, dominó el mundo conocido.
Imperator Caesar Cerverius
Bibliografía:
GIBBON, E. (1776-1788). Historia de la decadencia y caída del Imperio romano.
MCCULLOUGH, C. (2002). El caballo de César.
MCCULLOUGH, C. (2007). Antonio y Cleopatra.
SUETONIO (121). Vidas de los doce Césares.
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