PARTE I (ESPAÑA)
Se puede afirmar que, en estos últimos treinta años, el concepto de “socialdemocracia” en Europa se puede asemejar a un paso de Jesucristo en Semana Santa. Todos saben que está muerto, que no es real, pero se saca a la calle para ver si se recupera la fe, para mantener vivo el mito y para hacer que unos cuantos incautos crean que puede volver a renacer.
Analizando la fotografía política en los años ochenta vemos una Europa central dominada por gobiernos de derecha y una periferia con gobiernos socialistas, siendo tal vez el más significativo el PSOE del “Otanero giratorio” Felipe X González por su longevidad gubernamental (1982-1996). Pero la imagen del partido en estos últimos treinta años se ha ido degenerando hasta convertirse en un auténtico vodevil, una parodia de partido en la que los barones regionales sierran las patas de la silla del líder socialista. Arrastran bastantes cadáveres bajo la cama y fantasmas en el armario como para dar ejemplo: uso de grupos paramilitares de extrema derecha para la guerra sucia contra el terrorismo etarra, casos de corrupción, uso político de los sindicatos para tenerlos bajo control o un denunciable incumplimiento constitucional de la laicidad de España –un saludo a Zapatero, quien subió la asignación del PIB a la Iglesia del 0,5% al 0,7%.-. Reconozcamos que en materias sociales el socialismo ha aportado enormes avances a la sociedad española: entrada en la CEE, legalización del matrimonio homosexual, la tan necesitada Ley de Memoria Histórica –que no ha roto España, como el “ser gallegoide” de Mariano Rajoy argumentó-, mayores medidas de protección ante el terrorismo machista que se cobra la vida de entre cuarenta y cincuenta mujeres cada año en España; mayor número de escuelas públicas e incluso más dotaciones de becas a estudiantes con pocos recursos.
Sin embargo, si tomamos el concepto de “socialdemocracia” como un todo, como una ideología política, social y económica, se manifiesta el fracaso continuado y el incumplimiento de esta doctrina a la hora de aplicarla en los distintos gobiernos. El contrato basura para los jóvenes se ideó en el primer Gobierno de Felipe González. La inutilidad de los marcadores económicos antes de la gran crisis del 2008 que tanto afectó a España se produjo en el Gobierno de Rodríguez Zapatero, al igual que no se puso freno a la burbuja inmobiliaria que no paró de crecer. Además, meses antes del estallido de la crisis España iba a entrar en la “Champions League económica” –argumento de gran estadista- y la solución fue el tan cacareado Plan E, un parche bienintencionado que partía de un error de base: al desconocer la profundidad de la crisis, la realización y el gasto en obras públicas iba a suponer a la larga un costo enorme para las maltrechas arcas del Estado. Tras la salida de Zapatero, seguida del breve interregno de Rubalcaba, llegó el congreso para elegir un líder que insuflara nuevos bríos dentro del socialismo español. Superando a un hombre de partido como Madina y a un intelectual socialista de raíz como Pérez Tapias, Pedro Sánchez se convirtió en el nuevo Secretario General del PSOE en el verano de 2014. Sus fans le llevaban en volandas destacando su juventud, fuerza o la valentía de hacer un nuevo socialismo obviando el hecho de que está cuestionado desde el principio no sólo desde la oposición conservadora sino también entre sus propias filas, principalmente por la “baronesa guadalquiviareña” Susana Díaz, quien afila los clavos del ataúd político de Pedro Sánchez. Su piedra de toque tuvo lugar en las Elecciones Generales del 2015 como quien se juega la repesca de un examen ante un exigente tribunal. Y la población le mostró en su acta un suspenso rotundo. Ante el pésimo, corrupto e incapaz Gobierno del PP, -el peor de la democracia en España- el PSOE estando en la oposición obtuvo únicamente 90 escaños, el peor resultado en su historia desde 1977.
Para rematar la faena, Pedro Sánchez es presionado para pactar con el Partido Popular y Ciudadanos por los mercados bursátiles, lo que significaría no solo su caída en desgracia sino un gran incendio en Ferraz o intentar a la portuguesa un pacto con las nuevas fuerzas de izquierda como Podemos –cuyo líder se cubrió bajo el manto de la socialdemocracia cuando moderó su programa electoral- junto a partidos nacionalistas, conformando una amalgama de siglas muy difíciles de encajar.
Pobre Pedro. La vida en el sofá de Bertín Osborne era mejor, ¿verdad? Tengo que confesar que en domingos de lluvia y música de Coldplay miro al líder de magnética sonrisa al que sus palmeros alaban cual manufacturada estrella de rock y pienso: ¿Dónde vas, Pedro Sánchez? ¿Dónde vas, triste de ti?-Olof.
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