Y César marchó a las Galias. Con un mandato de cinco años y
con sus aliados políticos, Craso y Pompeyo, cuidando de sus intereses en Roma,
pudo despreocuparse y centrarse en gobernar sus provincias.
Por supuesto, César no se limitó a administrar las regiones
bajo su mando, sino que buscó el medio de guerrear contra las tribus vecinas.
Dos eran las razones de César para hacer la guerra: buscar
la gloria militar y obtener un suculento botín con el que pagar sus enormes
deudas.
El movimiento migratorio del pueblo helvecio, que pretendía
instalarse al oeste de la Galia, le brindó a César el casus belli perfecto para
plantar batalla. Con la excusa de que se acercaban demasiado a territorio
romano y ponía en riesgo su seguridad, César luchó y venció.
Tras esta campaña, se sucedieron otras batallas contra
diferentes tribus galas a lo largo de sus cinco años de gobierno.
César aprovechó las rencillas entre tribus y venció uno a
uno a sus enemigos. Aunque también aplicó la diplomacia y buscó la alianza con
otros pueblos.
Con más legiones de las autorizadas por el Senado, César
pagó de su propio bolsillo el número de soldados que él creyó necesarios para
llevar a cabo sus campañas.
En su periplo por la Galia, el ejército de César llegó hasta
Germania (sin intención de invadirla) e incluso cruzó el Canal de la Mancha
hasta Britania. Para conseguir esta proeza, no tuvo sino que pasar por un
sinfín de dificultades, ya que las bravas aguas atlánticas distaban mucho de
las mediterráneas.
Las noticias de las victorias de César pronto llegaron a
Roma, haciéndole muy popular entre el pueblo. Pompeyo temió verse eclipsado por
su aliado. Alentado por los optimates
(el sector más conservador del Senado), empezó a recelar de él. Ésto, unido a
la mala relación entre Craso y Pompeyo, hizo que la alianza política de los
tres se tambalease.
César convocó una reunión en Lucca para renovar sus lazos de
amistad. De esta reunión salieron dos acuerdos:
1) - El mandato de César sería renovado por otros cinco
años.
2) - Pompeyo y Craso se presentarían conjuntamente al
consulado el siguiente año.
A su vuelta a la Galia, César comenzó a encontrarse con
problemas. Un caudillo galo llamado Vercingetorix había conseguido unir a
varias tribus y prometía presentar batalla.
Esa guerra fue larga y dura, aunque César terminó venciendo
en el sitio de Alesia, donde Vercingetorix fue capturado y el ejército galo
disuelto. Toda la Galia se encontraba bajo control romano.
Por su parte, Craso y Pompeyo habían sido elegidos cónsules
y, tras su año de gobierno, se repartieron las provincias de Hispania para
Pompeyo (que administró desde Roma a través de legados) y Siria para Craso.
A Marco Licinio Craso, considerado el hombre más rico de
Roma, le faltaba un Triunfo para
bordar su carrera militar. Había llevado con éxito, años antes, la campaña
contra Espartaco pero, al tratarse de una guerra contra esclavos, se le había
privado del añorado Triunfo, la
máxima distinción que todo general romano aspiraba a conseguir. Por esta razón
se lanzó a una guerra suicida contra el Imperio Parto y encontró su muerte en
la batalla de Carrhae. De este incidente proviene el famoso dicho "craso
error". Error por partir a toda prisa a su provincia (ni siquiera acabó en
Roma su año como cónsul), error por montar una campaña sin apenas
planificación, y error por iniciar una guerra contra una nación sin provocación
alguna.
Julia, hija de César y esposa de Pompeyo, falleció
intentando dar a luz a su único hijo. Los últimos lazos de la alianza política
entre César, Craso y Pompeyo se habían roto.
El Senado, en connivencia con Pompeyo, exigió a César que
renunciase a sus legiones y volviese a Roma para enfrentarse a una acusación
por guerra ilegal.
César intentó presentarse al consulado in absentia (sin entrar
en la ciudad), pero no se le permitió. Intentó negociar quedarse un año más
como gobernador de Iliria, con una sola legión a su mando, para mantener su
inmunidad jurídica, e incluso propuso renunciar a todas sus legiones con la
condición de que Pompeyo también lo hiciese. Todo fue desestimado por parte del
Senado, que pretendía declararle enemigo público.
Cesar se sintió arrinconado y, como la bestia que era, fue
lo más peligroso que pudieron hacerle. Pero eso da para otro artículo.
Terminará...
Imperator Caesar
Cerverius
Bibliografía:
MCCULLOUGH, C. (1990-2007). Serie - Masters of Rome.
PINA POLO, F. (1999). La
Crisis de la República (133-44 a.C.)
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