miércoles, 15 de diciembre de 2021

EL ESPLENDOR DE ATENAS EN EL PERICLES DE PLUTARCO


El año pasado (2020), preparé esta entrada de blog como práctica en el máster que estaba realizando, la verdad, que fue un trabajo que disfruté mucho preparando en su momento, por eso, he pensado, ¡voy a compartirlo! Así que, aquí os paso la primera de las entradas que preparé para esa práctica.

Si os gusta la historia, los autores clásicos, la Grecia antigua y un breve debate historiográfico, este es vuestro post 😉

¡Espero qué lo disfrutéis!

El esplendor de Atenas en el Pericles de Plutarco.

Atenas dominó el mundo griego en la segunda mitad del siglo V a.C. Es lo que se vino a denominar por muchos autores como “el siglo de Pericles”. El propio Pericles proclamaba que su ciudad era “la escuela de Grecia”. Esta prosperidad se basó en la formación de un verdadero imperio, que comenzó a perfilarse con la creación de la Liga de Delos en el 478 a.C., tras el fin del conflicto te las Guerras Médicas; lo que permitió la expansión del régimen democrático elaborado por Clístenes y sin lugar a dudas halló su expresión en el brillo artístico e intelectual de la ciudad.

Si hubo una figura que encarnó en su carrera política y en sus diferentes mandatos, la realidad de la democracia ateniense en esta época de esplendor fue la de Pericles. Nacido hacia el 490 a.C., pertenecía a la gens aristocrática de los Buzygios por parte de padre y a la de los Alcmeónidas por parte de madre. Hijo de Jantipo[i] y sobrino nieto de Clístenes, Pericles se preparó desde niño para vida política.  Fue admirador de Temístocles, vencedor de Salamina. Tanto los autores clásicos Aristóteles como Plutarco, afirman que fue enemigo político de Cimón, y, desde el 461 a.C., dirigente del partido demócrata. Sin embargo, su nombre aparece con más habitualidad en los decretos a partir del 450 a.C.; será entre los años 443 y 431, cuando salga continuamente elegido estratego de la ciudad. [ii]

Son diversos los autores clásicos que trataron su figura. Sin embargo, nos centraremos en la visión que de Pericles tuvo Plutarco en su Vidas Paralelas.

Plutarco

El griego Plutarco nació en la ciudad de Queronea (Beocia) alrededor del año 45 d.C., miembro de una familia acomodada, desde pequeño recibió una esmerada educación. En palabras de A. Guzmán Guerra, “fue un hombre de espíritu elegante y de muy prodigiosa memoria”.  Siendo muy joven fue discípulo del filósofo egipcio platónico Amonio en la ciudad de Atenas, al único que Plutarco denominará “maestro”; serán Amonio y Platón, como nos indica M. García Valdés, los que especialmente constituyan la base de su concepción del hombre y el mundo. A pronta edad viajó a la ciudad de Alejandría y a Asia Menor, posiblemente a Esmirna, donde se encontraba el primer centro del movimiento retórico, que será la esencia de lo que se llamará la Segunda Sofística. En estos viajes se granjearía una red de amigos que iban a contribuir enormemente a su formación tanto intelectual como humana.

Frecuentó la ciudad de Roma, donde hizo amistades entre las personalidades más ilustres e influyentes en el mundo de la política y el arte. En este tiempo, impartió clases de filosofía; A. Guzmán indica que tuvo acceso a la corte imperial de Adriano, donde se cree que fue preceptor de Trajano. Pero, otros autores como J. del Moral Ruiz, afirman que fue preceptor de Adriano. Entre las amistades romanas, siendo muchas como demuestran sus escritos, deberíamos destacar dos: L. Mestrio Floro[iii] y  Sosio Seneción[iv]. Estos contactos con la clase dirigente romana hicieron que éste, desarrollase una especial sensibilidad hacia la política imperial en relación con Grecia, lo que lo llevó a ejercer como valedor de Roma antes sus compatriotas.

Serán las ciudades de Queronea y Delfos, las que sean el centro de su vida.  Siguiendo la antigua tradición cívica aceptó diversos cargos municipales con la idea de ser útil a su patria, siendo arconte epónimo y poniéndose al frente de construcciones públicas. Sin embargo, todos estos nombramientos con un año de durabilidad debieron suponer para él pequeñas tareas, si lo comparamos con el interés y relación con el gran santuario Pítico de Delfos, donde fue nombrado como uno de los dos sacerdotes permanentes del recinto sagrado. La religión iba a marcar su vida y su faceta como escritor. Como nos explica A. Guzmán Guerra, por su formación anterior Plutarco se sentía cercano a las doctrinas de los estoicos y se mostraba incompatible con la ética defendida por la escuela de los epicúreos.  Como los estoicos, admitía la existencia de una Providencia que actúa sobre el destino de los hombres, pero lo hace sin llegar anular la libertad del individuo. Como filósofo y moralista, Plutarco era un convencido de que la educación era primordial para la vida del ser humano, considerándola como la forma más segura de conseguir la felicidad. Será a esta función didacta, y esto no debemos perderlo de vista, a la que el autor dedique prácticamente la mayoría de sus obras literarias. Sus ideales éticos y morales son plasmado a nivel teórico en sus Moralia y a nivel práctico dichos ideales los encontramos en la colección de Vidas Paralelas.

Las Vidas Paralelas.

El conjunto de relatos denominado Vidas Paralelas, abarca las biografías de diferentes políticos y personajes greco-romanos.[v] La estructura es simple. Plutarco realiza una presentación biográfica de cada personaje por separado y cierra la composición con la comparación de ambas figuras[vi], siguiendo con ello, como nos indica A. Guzmán Guerra, una cierta tradición anterior de la que tenemos muestras en el Agón de Homero y Hesíodo. 

¿Cómo entiende, y, por tanto, escribe la Historia en sus Vidas Paralelas? Para J. del Moral Ruíz, Plutarco creía en el individualismo histórico, la posibilidad de a través de un determinado individuo poder representar una época, a diferencia de Tucídides, que consideraba que el proceso histórico es el de muchos factores siempre modificables y en evolución. Para nuestro autor, lo importante es la biografía, el carácter, la ética del individuo biografiado, por tanto, su narración histórica se basa en la relación ética y caracterológica de las acciones de un determinado personaje, y su influjo en la época en la cual transcurre su existencia. El resto de los acontecimientos quedan diluidos en anécdotas o en referencias a dichos hechos desencadenados como la respuesta que la sociedad de su héroe o personaje da a la incitación personal que éste les proporciona, y no como expresión problemática de un proceso histórico determinado. Desde el mismo momento de la selección del material podemos comprender un claro propósito didáctico, moralizante y ejemplarizador. Al emparejar a sus personajes, todo ellos masculinos, Plutarco quiere buscar, en palabras de A. Guzmán Guerra, “la quintaesencia de las virtudes prácticas que estos grandes hombres o héroes representan como arquetipos de las dos culturas predominantes de su momento histórico.” Todo ello lo hace con la intención de que los jóvenes conozcan e imiten las mejores cualidades de los personajes biografiados. Además, es interesante que el hecho de relacionar a dos personajes, uno griego y otro romano, nuestro autor, nos está representando en aparente igualdad al pueblo romano con la grandeza pretérita de los griegos.

El Pericles de Plutarco.

Teniendo en cuenta todo lo expuesto, podríamos afirmar, que desde la óptica de Plutarco nos encontramos ante un ciudadano ejemplar, como él mismo nos indica a lo largo de todo el décimo libro relativo a las Vidas, y como vemos al inicio al referirse a éste y a Fabio Máximo, con el que lo compara (Pericles, II):

“[…]Varones parecidos entre sí en otras virtudes, pero muy especialmente en la mansedumbre y la justicia, y en haber sido ambos muy útiles a sus patrias con saber llevar las injusticias de los pueblos y de sus colegas. […]”

Es importante que tengamos en cuenta, el parecido en el desarrollo de algunos de los aspectos de la vida de nuestro autor y su biografiado, lo cual pudo llevar a Plutarco a sentirse identificado con el propio Pericles, como así nos muestra en los móviles y las actividades de éste en el momento de la formación de los dos partidos (oligárquico y plebe) que lucharán por el poder, una vez convertida Atenas en la primera potencia económica de la Grecia continental, gracias a su desarrollo imperialista tras la fundación de la Liga de Delos (477 a.C.). En esta lucha terminará triunfando en gran medida el partido democrático o de la plebe, el de Pericles quien consigue en 462 a.C., quitar al Aerópago la mayoría de su poder e influjo en la marcha de la comunidad ateniense.

“[…]Se fue, aproximando al pueblo, con tal arte, que tomó la causa de la muchedumbre y de los pobres, en vez de la de los pocos y los ricos, no obstante que su carácter nada tenía de popular, sino que temeroso, a lo que parece, de caer en la sospecha de la tiranía, y observando que Cimón era aristocrático, y aliado a los más distinguidos de la ciudad, se puso del lado de los muchos, tanto para labrase su seguridad propia, como para formar contra éste un partido poderoso.” Pericles VII.  Como vemos en este texto, de nuevo Plutarco nos alecciona ante la efectividad del moralismo práctico, político, de táctica, más que de las verdaderas razones que pudo tener Pericles para su adhesión a la Plebe y su ideología antiaristocrática. De hecho, para J. del Moral Ruiz, no falta la nota personalista de su acercamiento a la Plebe, y es la emulación hacia la persona de Cimón. Observamos también que nuestro autor hace referencia al carácter de Pericles como “nada popular”, y, por esto, al juzgar su mandato, subraya que su régimen fue aristocrático en varios pasajes como, por ejemplo, el nueve y el quince (Pericles IX): “Tucídides nota de aristocrático el gobierno de Pericles, diciendo que, aunque  en las palabras era democrático, en la realidad era mando de uno solo;  y otros muchos han escrito que bajo él fue por la primera vez seducida la plebe con repartimientos y con pagarle con espectáculos y darle jornal; con las cuales disposiciones se la acostumbró mal, y se hizo pródiga e indócil, de templada y laboriosa que antes era: veamos, pues, por los hechos mismos cuál fue la causa de esta mudanza. […].” Para J. del Moral Ruíz, estas medidas adoptadas por Pericles respondían a la expansión del Imperio ateniense y a la cantidad de población excedente en un territorio pequeño con un sistema económico cada vez más asentado en el comercio ultramarino; de ahí la consecuencia de emplear mano de obra sobrante en la urbanización y embellecimiento de Atenas, con la construcción de diversas obras públicas. Estas actividades estaban necesitadas de arquitectos, artesanos y obreros. Empleando a los ciudadanos más pobres, a la vez que, metecos y esclavos, Pericles se aseguró el apoyo del demos y una buena relación con el resto de la población residente en la ciudad de Atenas, logrando así, y como remarca Plutarco sin beneficios de carácter personal para el héroe (Pericles XIV, XV, XVI y XXXIX), la mayor prosperidad para su población y la grandeza de su ciudad, de los años que vendrían a denominarse, El Siglo de Pericles. Para conseguirlo, Pericles se rodeó de un nutrido grupo de intelectuales y artistas, como Fidias, arquitecto y urbanizador; los escultores Clícratese e Ictino, Anaxágoras el filósofo o su amante Aspasia de Mileto, con la que Plutarco afirma que se casó en segundas nupcias, a pesar de no estar a la altura de su linaje y el achaque por parte de los enemigos de Pericles de una reputación más que dudable. 

Por último, Plutarco pone de relieve un importante aspecto, el del patriotismo, entendido en sus personajes como, una manera de destino manifestó de sus héroes, encarnando éstos lo que en un momento dado necesitan sus naciones, destino que cumple inexorablemente y que, luego, de cuyos beneficios el pueblo suele terminar olvidándose. Así, Plutarco se expresa con despecho ante la ingratitud de los ciudadanos atenienses, al final del relato, al hacer balance de la época de Pericles, acusado de haber malgastado los fondos del phoros, refiriéndose así a lo que había de venir, (Pericles, XXXIX):

“[…] Por lo que hace a Pericles, los sucesos mismos hicieron muy luego conocer a los atenienses su falta y echarle menos, […]; y se echó de ver que aquella autoridad, un poco incómoda, a la que antes daban los nombres de monarquía y tiranía, había venido a ser la salvaguardia del gobierno: ¡tanta fue la corrupción y perversidad que se advirtió después en los negocios!, la cual él había debilitado y apocado, no dejándola comparecer, y menos que se hiciera insufrible por su insolencia.”

La ciudadanía en Pericles.

Como hemos indicado Plutarco no busca ni dar una lección de historia, ni de los procesos que se dan en esta, sino que el autor, busca moralizar y ejemplificar, a través de las motivaciones éticas individualistas del protagonista, que ha hecho que su retrato no sea convincente para historiadores contemporáneos, como Ruzé y Amouretti.

Sin embargo, sí que podemos extraer de su escrito una serie de reformas políticas entre los años 462 a.C. y 443 a.C., que iban a repercutir directamente sobre la ciudadanía y la democracia:

La reforma del Areópago, por la cual, se le privó a éste de una parte de sus prerrogativas judiciales y se transfirieron a la Bulé de los Quinientos y al tribunal de la Heliea. Esta reforma, suponía también reformar el arcontado; por tanto, desde el 457-6 a.C., pudieron acceder a éste los zeugitas. Los candidatos dejaban de ser designados por los demos, que ahora era tarea del conjunto de las tribus. De esta forma, y como bien se refleja en el texto, las oligarquías perdieron poder dentro, del régimen democrático.

Hacia mitad de siglo se instituyó la mistoforía, que también aparece en el texto, la cual era una retribución de las funciones públicas, destinada a compensar la pérdida de una jornada de trabajo.

También se hace eco en la obra, del decreto pericleo del 451 a.C., por el cual se endurecían el acceso a la ciudadanía, limitando el derecho ciudadano a los hijos de padre y madre atenienses, cuando, hasta ese momento, con la ciudadanía paterna era suficiente.

En esta época, es también, el establecimiento de la periodicidad en la que se reúne la Asamblea y el riguroso procedimiento dokimasia, por el cual se comprobaba que un candidato a una magistratura cumpliera una serie de requisitos. Así como la grafé para nomon, para evitar que la Asamblea tomara decisiones de forma precipitada.

Además de estas medidas políticas, debemos ser conscientes, y esto queda claro en el Pericles de Plutarco, que, el Imperio ateniense nutría a la democracia. Muchos eran los que vivían directamente de este: funcionarios del Estado; todos aquellos que cobraban un salario público como soldados, marineros, clerucos, etc.; también había un amplio número de talleres artesanales, tanto locales, como extranjeros, que, localizados en el Pireo y Atenas, vivían de forma indirecta de la maquinaria del Imperio. Y, como bien sabemos, el phoros fue utilizado por Atenas para costear los planes de obras públicas, que transformaron la ciudad. Obras como la del Acrópolis, donde trabajaban codo con codo ciudadanos, extranjeros y esclavos. Por tanto, esta riqueza que derivaba del Imperio, facilito una cierta estabilidad social, con ascenso de los miembros más pobres de la ciudadanía, como bien se muestra a través de la biografía en estudio.

Es en este contexto, en el que se desarrolla la carrera política y la vida de Pericles, que en palabras de Ruzé y Amouretti, será un personaje que encarnará con fidelidad las ambigüedades de esta democracia y de su ciudadanía. En el relato de Plutarco observamos que Pericles fue un hombre que dominó por su inteligencia, en un momento de transformación, sus políticas se correspondían con el punto más álgido de la dominación ateniense, y su personalidad con el surgimiento de una democracia, en la que el demos comenzaba a controlar de forma institucional a sus dirigentes.

Miss Rocher de la Tormenta


Bibliografía

CANFORA, L. "El ciudadano". En: J.P. Vernant (ed.). El hombre Griego. Madrid, Alianza editorial, 1983. Pp. 139-164.

DEL MORAL RUÍZ, J. “Prólogo” en PLUTARCO. Vidas Paralelas. Perícles- Fabio Máximo. Madrid, Club Internacional del Libro. 1994. Pp. 5-10.

GARCÍA VALDÉS M. (Ed.). PLUTARCO. Obras morales y de costumbres. Madrid, Akal/Clásica. 1987. Pp. 7-31.

GUZMAN GUERRA, A. “Introducción” en PLUTARCO. Vidas Paralelas. Madrid, Alianza Editorial, 2008. Pp. 7-24.

RUZÉ, F y AMOURETTI, M.C. El Mundo Griego Antiguo. Akal, Madrid, 1987. (III Edición año 2000).

PLUTARCO. Vidas Paralelas. Perícles- Fabio Máximo. Madrid, Club Internacional del Libro. 1994.


[i] Jantipo ostratizado en 485-484 y vencedor a posteriori en la Cabo Mícale. En RUZÉ, F y AMOURETTI, M.C. El Mundo Griego Antiguo. Akal, Madrid, 1987. (III Edición año 2000). P.137.

[ii] RUZÉ, F y AMOURETTI, M.C. (2000). Pp 136-138.

[iii] Lucio Mestrio Floro amigo también del emperador Vespasiano, quién fue su patrocinador para conseguir la ciudadanía romana, que terminarían otorgándole bajo el nombre de Lucio Mestro Plutarco.

[iv] Importante fue también su relación con Sosio Seneción, miembro de la corte de Trajano y amante de la filosofía y cultura griegas, a quién Plutarco, dedicó Cuestiones Simposíacas, varios Vidas Paralelas y el tratado Sobre los progresos en la virtud.

[v] Vidas Paralelas está compuesta por las siguientes biografías: Teseo y Rómulo, Licurgo y Numa, Solón y Publícola, Temístocles y Camilo, Pericles y Fabio Máximo, Alcibíades y Coriolano, Timoleón y Paulo Emilio, Pelópidas y Maracelo, Arístides y Catón el Viejo, Filopemén y Flaminino, Pirro y Mario, Lisandro y Sila, Cimón y Lúculo, Nicias y Craso, Sertorio y Eumenes, Agesilao y Pompeyo, Alejandro y César, Foción y Catón el Joven, Agis y Cleomenes, Los Gracos Demóstenes y Cicerón, Demetrio y Antonio, Dión y Bruto, Artajerjes y Arato, a los que hay que añadir también las vidas de los emperadores romanos Galba y Otón.

[vi] Hay cuatro parejas biografiadas que carecen de confrontación: Alejandro y César, Foción y Catón el Joven, Pirro y Mario y en las de Temístocles y Camilo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario