El año pasado (2020),
preparé esta entrada de blog como práctica en el máster que estaba realizando,
la verdad, que fue un trabajo que disfruté mucho preparando en su momento, por
eso, he pensado, ¡voy a compartirlo! Así que, aquí os paso la primera de las
entradas que preparé para esa práctica.
Si os gusta la historia,
los autores clásicos, la Grecia antigua y un breve debate historiográfico, este
es vuestro post 😉
¡Espero qué lo disfrutéis!
El esplendor de Atenas en
el Pericles de Plutarco.
Atenas dominó el mundo
griego en la segunda mitad del siglo V a.C. Es lo que se vino a denominar por
muchos autores como “el siglo de Pericles”. El propio Pericles proclamaba que
su ciudad era “la escuela de Grecia”. Esta prosperidad se basó en la formación
de un verdadero imperio, que comenzó a perfilarse con la creación de la Liga de
Delos en el 478 a.C., tras el fin del conflicto te las Guerras Médicas; lo que
permitió la expansión del régimen democrático elaborado por Clístenes y sin
lugar a dudas halló su expresión en el brillo artístico e intelectual de la
ciudad.
Si hubo una figura que
encarnó en su carrera política y en sus diferentes mandatos, la realidad de la
democracia ateniense en esta época de esplendor fue la de Pericles. Nacido
hacia el 490 a.C., pertenecía a la gens aristocrática de los Buzygios
por parte de padre y a la de los Alcmeónidas por parte de madre. Hijo de
Jantipo[i] y sobrino nieto de
Clístenes, Pericles se preparó desde niño para vida política. Fue admirador de Temístocles, vencedor de
Salamina. Tanto los autores clásicos Aristóteles como Plutarco, afirman que fue
enemigo político de Cimón, y, desde el 461 a.C., dirigente del partido
demócrata. Sin embargo, su nombre aparece con más habitualidad en los decretos
a partir del 450 a.C.; será entre los años 443 y 431, cuando salga
continuamente elegido estratego de la ciudad. [ii]
Son diversos los autores
clásicos que trataron su figura. Sin embargo, nos centraremos en la visión que
de Pericles tuvo Plutarco en su Vidas Paralelas.
Plutarco
El griego Plutarco nació
en la ciudad de Queronea (Beocia) alrededor del año 45 d.C., miembro de una
familia acomodada, desde pequeño recibió una esmerada educación. En palabras de
A. Guzmán Guerra, “fue un hombre de espíritu elegante y de muy prodigiosa
memoria”. Siendo muy joven fue discípulo
del filósofo egipcio platónico Amonio en la ciudad de Atenas, al único que
Plutarco denominará “maestro”; serán Amonio y Platón, como nos indica M. García
Valdés, los que especialmente constituyan la base de su concepción del hombre y
el mundo. A pronta edad viajó a la ciudad de Alejandría y a Asia Menor, posiblemente
a Esmirna, donde se encontraba el primer centro del movimiento retórico, que
será la esencia de lo que se llamará la Segunda Sofística. En estos viajes se
granjearía una red de amigos que iban a contribuir enormemente a su formación
tanto intelectual como humana.
Frecuentó la ciudad de
Roma, donde hizo amistades entre las personalidades más ilustres e influyentes
en el mundo de la política y el arte. En este tiempo, impartió clases de
filosofía; A. Guzmán indica que tuvo acceso a la corte imperial de Adriano,
donde se cree que fue preceptor de Trajano. Pero, otros autores como J. del
Moral Ruiz, afirman que fue preceptor de Adriano. Entre las amistades romanas,
siendo muchas como demuestran sus escritos, deberíamos destacar dos: L. Mestrio
Floro[iii] y Sosio Seneción[iv]. Estos contactos con la clase dirigente romana hicieron que éste,
desarrollase una especial sensibilidad hacia la política imperial en relación
con Grecia, lo que lo llevó a ejercer como valedor de Roma antes sus
compatriotas.
Serán las ciudades de
Queronea y Delfos, las que sean el centro de su vida. Siguiendo la antigua tradición cívica aceptó
diversos cargos municipales con la idea de ser útil a su patria, siendo arconte
epónimo y poniéndose al frente de construcciones públicas. Sin embargo, todos
estos nombramientos con un año de durabilidad debieron suponer para él pequeñas
tareas, si lo comparamos con el interés y relación con el gran santuario Pítico
de Delfos, donde fue nombrado como uno de los dos sacerdotes permanentes del
recinto sagrado. La religión iba a marcar su vida y su faceta como escritor.
Como nos explica A. Guzmán Guerra, por su formación anterior Plutarco se sentía
cercano a las doctrinas de los estoicos y se mostraba incompatible con la ética
defendida por la escuela de los epicúreos.
Como los estoicos, admitía la existencia de una Providencia que
actúa sobre el destino de los hombres, pero lo hace sin llegar anular la
libertad del individuo. Como filósofo y moralista, Plutarco era un convencido
de que la educación era primordial para la vida del ser humano, considerándola
como la forma más segura de conseguir la felicidad. Será a esta función
didacta, y esto no debemos perderlo de vista, a la que el autor dedique
prácticamente la mayoría de sus obras literarias. Sus ideales éticos y morales
son plasmado a nivel teórico en sus Moralia y a nivel práctico dichos
ideales los encontramos en la colección de Vidas Paralelas.
Las Vidas Paralelas.
El conjunto de relatos
denominado Vidas Paralelas, abarca las biografías de diferentes
políticos y personajes greco-romanos.[v]
La estructura es simple. Plutarco realiza una presentación biográfica de cada
personaje por separado y cierra la composición con la comparación de ambas
figuras[vi],
siguiendo con ello, como nos indica A. Guzmán Guerra, una cierta tradición
anterior de la que tenemos muestras en el Agón de Homero y Hesíodo.
¿Cómo
entiende, y, por tanto, escribe la Historia en sus Vidas Paralelas?
Para J. del Moral Ruíz, Plutarco creía en el individualismo histórico, la
posibilidad de a través de un determinado individuo poder representar una
época, a diferencia de Tucídides, que consideraba que el proceso histórico es
el de muchos factores siempre modificables y en evolución. Para nuestro autor,
lo importante es la biografía, el carácter, la ética del individuo biografiado,
por tanto, su narración histórica se basa en la relación ética y
caracterológica de las acciones de un determinado personaje, y su influjo en la
época en la cual transcurre su existencia. El resto de los acontecimientos
quedan diluidos en anécdotas o en referencias a dichos hechos desencadenados
como la respuesta que la sociedad de su héroe o personaje da a la incitación
personal que éste les proporciona, y no como expresión problemática de un
proceso histórico determinado. Desde el mismo momento de la selección del
material podemos comprender un claro propósito didáctico, moralizante y
ejemplarizador. Al emparejar a sus personajes, todo ellos masculinos, Plutarco
quiere buscar, en palabras de A. Guzmán Guerra, “la quintaesencia de las
virtudes prácticas que estos grandes hombres o héroes representan como
arquetipos de las dos culturas predominantes de su momento histórico.” Todo
ello lo hace con la intención de que los jóvenes conozcan e imiten las mejores
cualidades de los personajes biografiados. Además, es interesante que el hecho
de relacionar a dos personajes, uno griego y otro romano, nuestro autor, nos
está representando en aparente igualdad al pueblo romano con la grandeza pretérita
de los griegos.
El Pericles de Plutarco.
Teniendo en cuenta todo
lo expuesto, podríamos afirmar, que desde la óptica de Plutarco nos encontramos
ante un ciudadano ejemplar, como él mismo nos indica a lo largo de todo el
décimo libro relativo a las Vidas, y como vemos al inicio al referirse a
éste y a Fabio Máximo, con el que lo compara (Pericles, II):
“[…]Varones parecidos
entre sí en otras virtudes, pero muy especialmente en la mansedumbre y la
justicia, y en haber sido ambos muy útiles a sus patrias con saber llevar las
injusticias de los pueblos y de sus colegas. […]”
Es importante que
tengamos en cuenta, el parecido en el desarrollo de algunos de los aspectos de
la vida de nuestro autor y su biografiado, lo cual pudo llevar a Plutarco a
sentirse identificado con el propio Pericles, como así nos muestra en los
móviles y las actividades de éste en el momento de la formación de los dos
partidos (oligárquico y plebe) que lucharán por el poder, una vez convertida
Atenas en la primera potencia económica de la Grecia continental, gracias a su
desarrollo imperialista tras la fundación de la Liga de Delos (477 a.C.). En
esta lucha terminará triunfando en gran medida el partido democrático o de la
plebe, el de Pericles quien consigue en 462 a.C., quitar al Aerópago la mayoría
de su poder e influjo en la marcha de la comunidad ateniense.
“[…]Se fue, aproximando
al pueblo, con tal arte, que tomó la causa de la muchedumbre y de los pobres,
en vez de la de los pocos y los ricos, no obstante que su carácter nada tenía
de popular, sino que temeroso, a lo que parece, de caer en la sospecha de la
tiranía, y observando que Cimón era aristocrático, y aliado a los más
distinguidos de la ciudad, se puso del lado de los muchos, tanto para labrase
su seguridad propia, como para formar contra éste un partido poderoso.”
Pericles VII. Como vemos
en este texto, de nuevo Plutarco nos alecciona ante la efectividad del
moralismo práctico, político, de táctica, más que de las verdaderas razones que
pudo tener Pericles para su adhesión a la Plebe y su ideología
antiaristocrática. De hecho, para J. del Moral Ruiz, no falta la nota
personalista de su acercamiento a la Plebe, y es la emulación hacia la persona
de Cimón. Observamos también que nuestro autor hace referencia al carácter de
Pericles como “nada popular”, y, por esto, al juzgar su mandato, subraya que su
régimen fue aristocrático en varios pasajes como, por ejemplo, el nueve y el
quince (Pericles IX): “Tucídides nota de aristocrático el gobierno de
Pericles, diciendo que, aunque en las
palabras era democrático, en la realidad era mando de uno solo; y otros muchos han escrito que bajo él fue
por la primera vez seducida la plebe con repartimientos y con pagarle con
espectáculos y darle jornal; con las cuales disposiciones se la acostumbró mal,
y se hizo pródiga e indócil, de templada y laboriosa que antes era: veamos,
pues, por los hechos mismos cuál fue la causa de esta mudanza. […].” Para
J. del Moral Ruíz, estas medidas adoptadas por Pericles respondían a la
expansión del Imperio ateniense y a la cantidad de población excedente en un
territorio pequeño con un sistema económico cada vez más asentado en el
comercio ultramarino; de ahí la consecuencia de emplear mano de obra sobrante
en la urbanización y embellecimiento de Atenas, con la construcción de diversas
obras públicas. Estas actividades estaban necesitadas de arquitectos, artesanos
y obreros. Empleando a los ciudadanos más pobres, a la vez que, metecos y
esclavos, Pericles se aseguró el apoyo del demos y una buena relación con el
resto de la población residente en la ciudad de Atenas, logrando así, y como
remarca Plutarco sin beneficios de carácter personal para el héroe (Pericles
XIV, XV, XVI y XXXIX), la mayor prosperidad para su población y la grandeza
de su ciudad, de los años que vendrían a denominarse, El Siglo de Pericles.
Para conseguirlo, Pericles se rodeó de un nutrido grupo de intelectuales y
artistas, como Fidias, arquitecto y urbanizador; los escultores Clícratese e Ictino,
Anaxágoras el filósofo o su amante Aspasia de Mileto, con la que Plutarco
afirma que se casó en segundas nupcias, a pesar de no estar a la altura de su
linaje y el achaque por parte de los enemigos de Pericles de una reputación más
que dudable.
Por último, Plutarco pone
de relieve un importante aspecto, el del patriotismo, entendido en sus personajes
como, una manera de destino manifestó de sus héroes, encarnando éstos lo que en
un momento dado necesitan sus naciones, destino que cumple inexorablemente y
que, luego, de cuyos beneficios el pueblo suele terminar olvidándose. Así,
Plutarco se expresa con despecho ante la ingratitud de los ciudadanos
atenienses, al final del relato, al hacer balance de la época de Pericles,
acusado de haber malgastado los fondos del phoros, refiriéndose así a lo
que había de venir, (Pericles, XXXIX):
“[…] Por lo que hace a
Pericles, los sucesos mismos hicieron muy luego conocer a los atenienses su
falta y echarle menos, […]; y se echó de ver que aquella autoridad, un poco
incómoda, a la que antes daban los nombres de monarquía y tiranía, había venido
a ser la salvaguardia del gobierno: ¡tanta fue la corrupción y perversidad que
se advirtió después en los negocios!, la cual él había debilitado y apocado, no
dejándola comparecer, y menos que se hiciera insufrible por su insolencia.”
La ciudadanía en Pericles.
Como hemos indicado
Plutarco no busca ni dar una lección de historia, ni de los procesos que se dan
en esta, sino que el autor, busca moralizar y ejemplificar, a través de las motivaciones
éticas individualistas del protagonista, que ha hecho que su retrato no sea
convincente para historiadores contemporáneos, como Ruzé y Amouretti.
Sin embargo, sí que
podemos extraer de su escrito una serie de reformas políticas entre los años
462 a.C. y 443 a.C., que iban a repercutir directamente sobre la ciudadanía y
la democracia:
La reforma del Areópago,
por la cual, se le privó a éste de una parte de sus prerrogativas judiciales y
se transfirieron a la Bulé de los Quinientos y al tribunal de la Heliea. Esta
reforma, suponía también reformar el arcontado; por tanto, desde el 457-6 a.C.,
pudieron acceder a éste los zeugitas. Los candidatos dejaban de ser designados
por los demos, que ahora era tarea del conjunto de las tribus. De esta forma, y
como bien se refleja en el texto, las oligarquías perdieron poder dentro, del
régimen democrático.
Hacia mitad de siglo se
instituyó la mistoforía, que también aparece en el texto, la cual era
una retribución de las funciones públicas, destinada a compensar la pérdida de
una jornada de trabajo.
También se hace eco en la
obra, del decreto pericleo del 451 a.C., por el cual se endurecían el acceso a
la ciudadanía, limitando el derecho ciudadano a los hijos de padre y madre
atenienses, cuando, hasta ese momento, con la ciudadanía paterna era
suficiente.
En esta época, es también,
el establecimiento de la periodicidad en la que se reúne la Asamblea y el
riguroso procedimiento dokimasia, por el cual se comprobaba que un
candidato a una magistratura cumpliera una serie de requisitos. Así como la grafé
para nomon, para evitar que la Asamblea tomara decisiones de forma
precipitada.
Además de estas medidas
políticas, debemos ser conscientes, y esto queda claro en el Pericles de
Plutarco, que, el Imperio ateniense nutría a la democracia. Muchos eran los que
vivían directamente de este: funcionarios del Estado; todos aquellos que
cobraban un salario público como soldados, marineros, clerucos, etc.; también
había un amplio número de talleres artesanales, tanto locales, como extranjeros,
que, localizados en el Pireo y Atenas, vivían de forma indirecta de la
maquinaria del Imperio. Y, como bien sabemos, el phoros fue utilizado
por Atenas para costear los planes de obras públicas, que transformaron la
ciudad. Obras como la del Acrópolis, donde trabajaban codo con codo ciudadanos,
extranjeros y esclavos. Por tanto, esta riqueza que derivaba del Imperio,
facilito una cierta estabilidad social, con ascenso de los miembros más pobres
de la ciudadanía, como bien se muestra a través de la biografía en estudio.
Es en este contexto, en
el que se desarrolla la carrera política y la vida de Pericles, que en palabras
de Ruzé y Amouretti, será un personaje que encarnará con fidelidad las
ambigüedades de esta democracia y de su ciudadanía. En el relato de Plutarco
observamos que Pericles fue un hombre que dominó por su inteligencia, en un
momento de transformación, sus políticas se correspondían con el punto más
álgido de la dominación ateniense, y su personalidad con el surgimiento de una democracia,
en la que el demos comenzaba a controlar de forma institucional a sus
dirigentes.
Miss Rocher de la
Tormenta
Bibliografía
CANFORA, L. "El ciudadano". En:
J.P. Vernant (ed.). El hombre Griego. Madrid, Alianza editorial, 1983. Pp.
139-164.
DEL MORAL RUÍZ, J. “Prólogo” en PLUTARCO. Vidas Paralelas. Perícles- Fabio Máximo. Madrid, Club Internacional del Libro. 1994.
Pp. 5-10.
GARCÍA VALDÉS M. (Ed.). PLUTARCO. Obras
morales y de costumbres. Madrid, Akal/Clásica. 1987. Pp. 7-31.
GUZMAN GUERRA, A. “Introducción” en
PLUTARCO. Vidas Paralelas. Madrid, Alianza Editorial, 2008. Pp. 7-24.
RUZÉ, F y AMOURETTI, M.C. El Mundo
Griego Antiguo. Akal, Madrid, 1987. (III Edición año 2000).
PLUTARCO. Vidas Paralelas. Perícles- Fabio Máximo. Madrid, Club Internacional del Libro. 1994.
[i]
Jantipo ostratizado en
485-484 y vencedor a posteriori en la Cabo Mícale. En RUZÉ,
F y AMOURETTI, M.C. El Mundo Griego Antiguo. Akal, Madrid, 1987. (III
Edición año 2000).
P.137.
[ii]
RUZÉ, F y AMOURETTI, M.C.
(2000). Pp 136-138.
[iii]
Lucio
Mestrio Floro amigo también del emperador Vespasiano, quién fue su patrocinador
para conseguir la ciudadanía romana, que terminarían otorgándole bajo el nombre
de Lucio Mestro Plutarco.
[iv]
Importante
fue también su relación con Sosio Seneción, miembro de la corte de Trajano y
amante de la filosofía y cultura griegas, a quién Plutarco, dedicó Cuestiones Simposíacas, varios Vidas Paralelas y el
tratado Sobre los progresos en la
virtud.
[v]
Vidas Paralelas está compuesta por las siguientes
biografías: Teseo y Rómulo, Licurgo y Numa, Solón y Publícola, Temístocles y
Camilo, Pericles y Fabio Máximo, Alcibíades y Coriolano, Timoleón y Paulo
Emilio, Pelópidas y Maracelo, Arístides y Catón el Viejo, Filopemén y
Flaminino, Pirro y Mario, Lisandro y Sila, Cimón y Lúculo, Nicias y Craso,
Sertorio y Eumenes, Agesilao y Pompeyo, Alejandro y César, Foción y Catón el
Joven, Agis y Cleomenes, Los Gracos Demóstenes y Cicerón, Demetrio y Antonio,
Dión y Bruto, Artajerjes y Arato, a los que hay que añadir también las
vidas de los emperadores romanos Galba y Otón.
[vi] Hay cuatro parejas biografiadas que
carecen de confrontación: Alejandro y César, Foción y Catón el Joven, Pirro
y Mario y en las de Temístocles y Camilo.