Lo miro y no puedo creerlo. Cambio de canal para contrastar los datos, pero coinciden. Aprieto rápidamente los botones del mando a distancia, del 1 al 6, y en todos aparece lo mismo. Contemplo con estupefacción cómo Antonio García Ferreras anuncia la mayoría absoluta del Partido Popular.
––¡Conectamos
con Génova 13! Pastor, ¿qué ambiente hay? ––la pantalla se parte en dos y
aparece Ana Pastor, micrófono en mano, con una marabunta de gente detrás que
está saltando y hondeando banderas de España y del PP.
––¡Aquí
hay un ambientazo, Ferreras! ¡No cabe un alfiler! ––tiene que gritar la
periodista para hacerse escuchar con el gran estruendo que provoca el tropel de
simpatizantes del partido de la gaviota. Siempre me ha hecho gracia que se
traten por el apellido, entre estos dos, teniendo en cuenta que están casados y
con hijos. ¿Se llamarán también así en casa?––. Se espera que, de un momento a
otro, salga al balcón improvisado que han preparado los operarios en tiempo récord.
Recordamos que las encuestas daban la victoria por la mínima al Partido
Socialista, pero finalmente se ha producido el vuelco elector… ––las últimas
sílabas de la presentadora de El Objetivo quedan silenciadas por el
griterío de la marea de seguidores, que elevan el volumen.
––La
gente estalla en vítores ––empieza Ferreras–– cuando sale al balcón la persona
que encabezará el Gobierno de España los próximos cuatro años. Acompañada de
sus primeros espadas, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, y su
Jefe de Gabinete, el exministro Miguel Ángel Rodríguez, toma la delantera la
próxima presidenta del Gobierno: ¡Isabel Díaz Ayuso!
Me
cuesta procesar lo que estoy viendo, aunque si miro atrás, a los últimos dos
años, casi puedo visualizar la partida de ajedrez que ha jugado la líder del
Partido Popular.
Todo
empezó con dos mociones de censura. Y ni siquiera fue ninguna en la Comunidad
de Madrid, región que ella dirigía, sino en Murcia y Castilla y León. Pero
dichos movimientos legitimaron a Isabel Díaz Ayuso para convocar elecciones
anticipadas, que terminó ganando, y deshacerse de Ciudadanos, su socio en el ejecutivo
madrileño. Ése fue el punto de inflexión en la política española. Pablo
Iglesias dejó todos sus cargos y la popularidad de Pedro Sánchez empezó a decaer.
Dos
abstenciones del PSOE, una que permitió que se volvieran a retransmitir los
toros en Televisión Española, y otra que impidió que la Ley Trans
se tomara en consideración en el Congreso de los Diputados, hizo que el partido
fuese perdiendo su halo progresista. Las dimisiones en Ferraz y las bajas de
militantes fueron creciendo, mientras que la organización de Iñigo Errejón
conseguía captar a algunos de ellos (que no a todos).
Frente
al caos en el Gobierno, los medios de comunicación alababan la gestión de Díaz
Ayuso al frente de la Comunidad de Madrid. Al principio, Pablo Casado intentó
aprovechar la popularidad de la Presidenta, pero ella empezó, cada vez más a
menudo, a distanciarse del líder. De cada declaración de Casado, Ayuso matizaba
su propia postura sobre el tema. Poco a poco, figuras importantes de la
derecha, como Cayetana Álvarez de Toledo o Esperanza Aguirre, fueron adhiriéndose
a la nueva corriente del partido azul. Y fue en unos maitines (la
reunión del Comité de Dirección que celebra el Partido Popular todos los
lunes), cuando Ayuso le dio la puñalada a Casado. La presidenta de la Comunidad
de Madrid anunció que se presentaría a las primarias del partido que decidirían
la candidatura a las próximas elecciones generales. En pocos días, los apoyos de
Ayuso no pararon de crecer, consiguiendo en tiempo récord los avales necesarios.
Frente al torrente que se le avecinaba a Casado encima, éste decidió dar un paso
a un lado, pactando permanecer a la cabeza del partido y cediendo la candidatura
electoral a su compañera. Una bicefalia que acabará cuando Ayuso se decida a
darle el toque de gracia (cosa que terminará ocurriendo tarde o temprano).
A
partir de entonces, la política española fue un totum revolutum.
PSOE y Podemos intentaron, desde el Gobierno, recuperar la confianza perdida de
los ciudadanos con medidas estrella que acabaron estrelladas. Si la
organización de Pedro Sánchez perdía adeptos a diario, la de la vicepresidenta
Yolanda Díaz tampoco es que estuviese muy católica. Si bien, tras la retirada
de Iglesias, se exaltaron las aptitudes de la ministra de trabajo, enseguida la
derecha política y mediática empezó a mover su maquinaria para establecer lazos
de la vicepresidenta tercera con Venezuela, Irán y una presunta red de
corruptelas en Galicia, de donde procede la cabecilla de la organización
morada.
Muchos
desencantados se pasaron a Más País. Íñigo Errejón consiguió erigirse en
representante intelectual de la izquierda socialdemócrata, ecologista y
solidaria. No obstante, el carisma de Ayuso atrapaba votantes a miles, mientras
el partido verde sólo era capaz de hacerlo a cientos. Además, el carácter
populista de Ayuso hizo que su candidatura prácticamente fagocitase a los
votantes de VOX. Así se entiende cómo el partido de Abascal ha retrocedido
hasta los cinco diputados que le dan los resultados de esta noche electoral.
Los justos para mantener el grupo parlamentario.
Ayuso
consiguió darles la vuelta a los ataques de sus rivales. Incluso su lema de
campaña “De IDA y vuelta” hacía referencia al acrónimo de su nombre, Isabel
Díaz Ayuso. La oposición había aprovechado esas siglas para llamarla durante
años “loca”, “despistada”, “ida”. La madrileña hizo de esos insultos una chanza,
de la que se reía a mandíbula batiente en cada mitin frente a los vítores de
sus correligionarios.
Ahora,
toca cambio de tercio en el Gobierno de la nación. ¿Se echarán atrás los
avances progresistas de los últimos años? ¿Se creará el Ministerio de Pandemias
como prometió el Partido Popular en campaña? ¿Se construirá un muro marítimo en
el estrecho de Gibraltar, entre España y Marruecos, como llevaban en su programa
electoral? No lo sé. De momento, apago el televisor y dejo que Ferreras y su
corte sigan hasta las dos de la madrugada. Un servidor mañana tiene que
trabajar, que eso no se lo quita nadie. Gobierne quien gobierne.
Este relato ha sido una
ucronía sobre un supuesto futuro que podría darse, pero es sólo una invención con
pocas probabilidades de cumplirse… o quién sabe.
Imperator
Caesar Cerverius
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