domingo, 18 de marzo de 2018

CÉSAR (PARTE III): EL DICTADOR


“Cuídate de los idus de marzo” cuenta la leyenda que le dijo un adivino a Julio César previniéndole del día de su muerte. Aviso que el romano desdeñó, confiado de su imbatibilidad. Quizá, si hubiese tomado las medidas oportunas, el mundo sería hoy muy diferente.
Acababa de iniciarse el año 49 a.C (según las cuentas de los romanos, año 710 desde la fundación de la ciudad). Pompeyo había sido nombrado cónsul sine collega (en solitario) y César había sido declarado enemigo público. Al conquistador de la Galia sólo le quedaban dos opciones: entregarse, con lo que sería juzgado, probablemente declarado culpable y desterrado, o revelarse. Revelarse contra una casta política que sentía envidia de sus éxitos y contra una situación que acabaría con su vida pública y echaría por tierra todos sus logros. Así, exhortó a la XIII legión a cruzar el Rubicón (río que estaba prohibido pasar con un ejército, ya que era una muestra de agresión hacia la República) y a marchar sobre Roma para proteger sus intereses. Fue entonces cuando pronunció la famosa frase “alea iacta est”, normalmente mal traducida como “la suerte está echada” y mejor como “que rueden los dados” (interpretado como un “veamos lo que nos depara la suerte”).
Al entrar en la península, Pompeyo y los optimates huyeron de Roma, ya que no tenían ninguna legión con la que hacerle frente. César les siguió hasta el puerto de Brundisium, pero no logró alcanzarles.
Antes de entrar en Roma, César movió su ejército hasta Hispania, donde derrotó a los pompeyanos en la batalla de Ilerda.
Ya con la retaguardia a salvo, llegó a Roma, y organizó políticamente la anarquía dejada por el vacío de poder. Fue elegido dictador y convocó las elecciones para cónsul, en las que fue elegido.
Con los asuntos de la ciudad resueltos, marchó a Grecia, donde el bando optimate se había hecho fuerte. Allí fue derrotado en la batalla de Dirraquium, pero Pompeyo no aprovechó para asestarle el golpe definitivo, cosa que lamentaría. Volvieron a enfrentarse en la batalla de Farsalia y, aun estando el ejército cesariano en desventaja numérica, consiguió aplastar a Pompeyo (aunque éste logró huir).
César persiguió a Pompeyo hasta Egipto, momento en el que conoció la noticia de la muerte de su rival. Ya allí, intervino en la política egipcia en detrimento de Ptolomeo XIII y a favor de Cleopatra, a la que consiguió situar en el trono.
Estando en oriente, se plantó en Asia Menor, y derrotó a Farnaces II, Rey del Ponto, y pronunció la famosa frase “vini, vidi, vinci” (llegué, vi y vencí).
En la Batalla de Tapso (África) venció a un reducto optimate que quedaba y volvió a Roma, donde celebró su deseado Triunfo.
En el Triunfo se encadenaron varios días de festejos y juegos, se repartió dinero y comida al pueblo, se celebraron cuatro desfiles y se produjo la ejecución de Vercingetorix, el caudillo galo que César venció en Alesia.
Fue nombrado dictador por un período de 10 años, pero aún tendría que volver a Hispania para derrotar a la última resistencia optimate y dar por cerrada, finalmente, esta guerra civil.
Sin oposición y con poder absoluto (acumuló los poderes de máxima institución religiosa, capacidad para proponer candidatos a las elecciones, comandante en jefe de todas las legiones, censor, potestad tribunicia, control sobre los juzgados...), fue declarado dictator perpetuus (de forma vitalicia) y empezó a organizar una gran campaña para conquistar Partia, rodear el Mar Caspio, invadir Dacia, con intención de volver por Germanía y la Galia. Pero esta gran empresa no llegaría a tener lugar.
El 15 de marzo del 44 a.C. en una sesión del Senado en la Curia Pompeya, César recibió 23 puñaladas por parte de senadores rivales. Ahí se escribió el punto final de la vida del mayor general romano que ha pasado a la historia.
Había sido flamen dialis (sacerdote especial de Júpiter), sobrevivió a un secuestro por parte de piratas (a los que terminó crucificando), fue Pontífice Máximo, reformó el calendario para corregir el desfase por años bisiestos, fue vencedor de la guerra de las Galias, llegando con sus legiones hasta Germania y Britania, al ser nombrado dictador aumentó el número de senadores, organizó el censo, concedió tierras a sus veteranos en los territorios conquistados (para que sirviesen como primera defensa frente a revueltas), reformó los edificios públicos, intervino en la actividad económica y en otro sinfín de ámbitos de gobierno.
Su muerte no tuvo el efecto esperado por sus enemigos. El pueblo amaba a César y tomó su cadáver para incinerarlo en una gran pira pública. Sus asesinos no recibieron el reconocimiento buscado, sino que fueron cayendo uno a uno, tarde o temprano.
El mundo había cambiado y la Reprública agonizaba. El Imperio ideado por César terminaría cristalizando en manos de su sobrino nieto, Octavio, que se convertiría en el primer emperador de Roma. Pero esa historia tiene otro protagonista.

Imperator Caesar Cerverius


Bibliografía:
MCCULLOUGH, C. (1990-2007). Serie - Masters of Rome.
PINA POLO, F. (1999). La Crisis de la República (133-44 a.C.)
www.mihistoriauniversal.com

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CÉSAR (PARTE I): EL CIUDADANO
CÉSAR (PARTE II): EL MILITAR

domingo, 11 de marzo de 2018

EL DÍA QUE ELLAS NOS TRAJERON LA IGUALDAD


El mundo ha cambiado...
...lo siento en el agua...
...lo siento en la tierra...
...lo huelo el aire.

Después del 8 de marzo de 2018, ya nada volverá a ser igual. El tsunami de mujeres que alzaron su voz, ya fuese en la huelga de 24 horas, la de 2 marcada por los sindicatos o acudiendo a las manifestaciones, fue un clamor que puede resumirse en una frase: BASTA YA. Basta ya de la desigualdad salarial del género femenino con respecto al masculino; basta ya del paupérrimo número de puestos directivos ocupados por mujeres; basta ya de ese machismo constante que va desde conversaciones incómodas, paternalismo innecesario, trato deferente y que llega, en último término, hasta la violencia de género.
El movimiento feminista debe ser gestionado por las mujeres, liderado por ellas y apoyado por los hombres. Apoyado no desde el punto de vista de “permitido” o “tolerado” sino como un hermanamiento para lograr una sociedad más justa e igualitaria. Los hombres deben ser los primeros en “parar los pies” a sus compañeros de género machistas y ganarles para la causa haciéndoles ver que su comportamiento es ridículo, antiguo y violento.
La convocatoria de la huelga, apolítica desde su germen, fue respondida de forma desigual desde las fuerzas que conviven en el parlamento.
El Gobierno y el Partido Popular intentaron ningunearla, haciendo ver que esos inventos eran cosas de cuatro gatos y que la mejor manera de luchar por la igualdad era que las mujeres siguieran acudiendo a su puesto de trabajo y lo desempeñasen con aún más esfuerzo. Ni siquiera la ministra de igualdad fue capaz de reaccionar y hacer honor a su puesto. El huracán morado les arrolló y, a día de hoy, todavía están intentando encontrarse en este nuevo mundo de igualdad.
Ciudadanos es otro que no quiso sumarse a este movimiento histórico. Alegando que era una convocatoria política y que diferían ideológicamente de ella, se quedaron al margen e intentaron vender como que ellos eran los que verdaderamente luchaban de forma activa por el feminismo. La aseveración de Albert Rivera de que ciudadanos es el partido que lidera la iniciativa feminista desde el punto de vista programático es algo tan ridículo como oportunista.
El PSOE se sumó a las dos horas propuestas por los sindicatos y se hizo cómplice de ese “quiero y no puedo” de UGT y CCOO. ¿Acaso el movimiento feminista sólo merecía dos horas? ¿Quizá el hecho de no ser ellos los convocantes hacía que no deseasen un éxito total de la jornada? ¿Es entonces la lucha por la igualdad una cuestión menor o inmerecedora de la atención total de los sindicatos?
Sea como fuere, el único de los cuatro grandes partidos que secundó sin ambages la huelga de 24 horas, tal y como la idearon sus organizadoras, fue Podemos. Y lo hizo desde un segundo plano, sin ánimo de eclipsar ni monopolizar nada. Simplemente se limitaron a secundarla y apoyarla. Entendieron que no les tocaba ser protagonistas sino actores secundarios en esa jornada tan importante.
El 9 de marzo España amaneció con un ambiente diferente. Un ambiente de igualdad conquistado por todas esas mujeres que alzaron su voz para defender lo que les pertenece por derecho propio. Y ahora que lo han conquistado, no se desprenderán de él así como así.

Imperator Caesar Cerverius