domingo, 5 de junio de 2016

MÁS VALE PRESIDENCIA EN MANO...


Érase que se era... un bisoño diputado que un día se despertó queriendo ser Presidente del Gobierno.
Este economista, de las cuatro elecciones a las que se presentó (dos como concejal y dos como diputado al Congreso) sólo consiguió acta en una. Las otras tres se quedó fuera de las respectivas cámaras y tuvo que esperar en la reserva a que algún titular se retirara. De esta forma, acumuló una experiencia de 6 años como concejal (2+4) y 4 años como diputado (2+2).
Este profesor de economía, que consiguió doctorarse durante alguna de esas legislaturas en las que no resultó elegido, se atrevió a batirse, en las primarias del su partido a la Secretaría General, con un peso pesado como Eduardo Madina.
El vasco, con 11 años de experiencia como diputado y 5 de ellos como Secretario General del Grupo Parlamentario en el Congreso, estaba destinado a finalizar la travesía por el desierto que llevaba el PSOE y devolver al partido las viejas glorias de antaño. Lo tenía todo: juventud, experiencia, apoyo orgánico, buena imagen ante el ciudadano... Pero hubo algo, o mejor dicho "alguien", que se entrometió.
A Pedro Sánchez (que es el protagonista de nuestra historia) le salió un hada madrina, una reina del sur, una regente del Palacio de San Telmo, una trianera que con un "Olé mi Andalucía" se metía mil votos en el bolsillo, una figura que aspiraba a liderar el partido y el país, pero que nunca se atrevió a dar el paso. Prefirió quedarse en la sombra y manejar los hilos de sus marionetas desde más allá de Despeñaperros.
De esta forma, con Susana Díaz como su protectora y con la Federación Andaluza haciéndole el trabajo, Pedro Sánchez fue elegido Secretario General del Partido Socialista. Pronto demostró que el traje le venía grande.
Diciendo una cosa hoy y mañana la contraria, haciendo propuestas descabelladas y dirigiendo el partido a golpe de mando, la gran esperanza del socialismo español estaba en un guapo y novato diputado que debía frenar la sangría de votos que empezó con la derrota de Rubalcaba. No obstante, pronto se vió que sería incapaz de ello. Los que le auparon a esa posición, enseguida se arrepintieron pero, una vez en el sillón, Sánchez no se mostró dispuesto a dejarlo.
Su prueba de fuego fueron las elecciones municipales y autonómicas de 2015 en las que, aunque perdió votos, le permitió al PSOE recuperar algunos gobiernos autonómicos gracias a pactos con Podemos. De esta forma, vendió como una victoria lo que en realidad fue una derrota.
En las elecciones generales del 20D, llevó al Partido Socialista a los peores resultados de su historia, con 90 diputados. En esta ocasión todavía tuvo suerte. El eje PP+C's no obtuvo mayoría absoluta y Pedro Sánchez pudo soñar con la Presidencia. Habría podido alcanzarla si hubiese negociado con Podemos y el ala izquierda del Congreso. En vez de ello prefirió lanzarse a un pacto en minoría con Ciudadanos que le llevó a una investidura fallida y, dos meses después, a una nueva convocatoria electoral.
Y en esas estamos, con una cita con las urnas el 26 de Junio; con todas las encuestas que dan por seguro el sorpasso de Unidos Podemos; y con un Pedro Sánchez que debería conformarse con la vicepresidencia pero que, tanto a él como al resto del PSOE, se le ve demasiado herido con el partido morado como para hacer presidente a Pablo Iglesias.
Recientemente, Sánchez ha asegurado que no habrá unas terceras elecciones. Si él no va a ser presidente, y no se le ve animado a que Pablo Iglesias lo sea, sólo le queda la posibilidad de facilitarle la investidura al PP.
De cometer ese pecado mortal hacia la izquierda, Sánchez pondría el último clavo en el ataúd del Partido Socialista. Y así, aquel joven congresista, nacido en el madrileño barrio de Tetuán, habría privado al PSOE de un líder capaz, habría rechazado la presidencia, habría evitado la vicepresidencia y se vería obligado a volver a dar clases de economía, dejando a su partido demasiado desgastado y sin posibilidades de recuperación.
No obstante, no hay que buscar culpabilidad en Sánchez, un pobre diablo que sólo buscó la manera de medrar personalmente. Es a los dirigentes irresponsables que le auparon hasta el poder, a los que hay que apuntar con el dedo. Son ellos, y no otros, los culpables, con sus juegos y maniobras políticas, de poner a un incapaz al frente de un partido con 135 años de historia y llevarlo desastre.
Imperator Caesar Cerverius

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