lunes, 27 de mayo de 2019

UN GRAN PODER CONLLEVA UNA GRAN RESPONSABILIDAD




Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

Una frase sencilla. Lógica y obvia, si se toma un par de segundos para analizarla. Una frase que se le atribuye al Tío Ben. Ben Parker tuvo que hacerse cargo de Peter, el hijo de su hermano, cuando este último murió. La experiencia y la vejez le dieron la sabiduría para asumir esa sentencia y transmitírsela a su adolescente sobrino: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Lapidaria, ¿no? Pues por muy evidente que fuese, Peter Parker fue incapaz de asumirla a tiempo y tuvo que ver cómo su tía se quedaba viuda por no haber sabido él interiorizar esa frase. A Peter Parker (Spiderman para sus amigos y vecinos) hoy le conocemos como un superhéroe, pero en sus inicios no aprovechó sus poderes para luchar contra el crimen, sino para lucrarse. Pudo detener a un malhechor que pasó por delante de sus narices, pero no quiso involucrarse. Al llegar a casa de sus tíos, pudo comprobar cómo ese mismo malhechor había robado y asesinado al bueno del Tío Ben. Peter no asumió la responsabilidad de su poder y tuvo que pagarlo en sus carnes, como una buena obra literaria exige.
Pablo Iglesias no es un superhéroe (aunque para algunos lo haya sido y para algunos aún lo sea), pero sí que tiene un gran poder: Abrió el melón del bipartidismo y amplió el espectro político más allá de gaviotas y rosas. Infundió esperanza a mucha gente, que vio a un ser llano, como ellos, capaz de llegar al Congreso y cambiar las cosas. Desalojar a los poderosos corruptos y traer el bien al Pueblo. Pero un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
Hace cuatro años, con Podemos todavía en pañales, el partido morado no quiso meterse en callejones sin salida, llenando listas con personas desconocidas que podrían salirles rana. En cambio, apoyó la creación de plataformas ciudadanas que asaltasen los ayuntamientos y trajesen el cambio. Así llegó el bastón de mando a personas como Manuela Carmena en Madrid, Ada Colau en Barcelona o Pedro Santiesteve en Zaragoza. Los “ayuntamientos del cambio” se propagaron por toda la península insuflando un soplo de aire limpio al corrompido sistema municipal español.
Durante estos cuatro años, Pablo Iglesias ha ganado en poder, pero no lo ha usado con responsabilidad. Ha acallado y expulsado a los críticos y se ha rodeado del séquito que le regala los oídos. Ha entrado en esa burbuja de los poderosos que les desconecta de la población. Sólo así puede justificarse algunas de sus decisiones en su vida personal. Sigue siendo un adolescente, como Peter, que quiere conseguir sus deseos a toda costa y sin importarle lo que se lleve por delante.
Quizá, durante esta legislatura municipal, Iglesias tenía claro que las plataformas ciudadanas que hace cuatro años triunfaron, llegado el momento se replegarían y cantarían las alabanzas de San Pablo para que llegase con su potente partido Podemos para tomar el relevo y continuar con esos ayuntamientos del cambio. En vez de eso, ha permitido ir en una lista separada de Zaragoza en Común o de Más Madrid en la Comunidad. Su burbuja y/o su séquito le hicieron creer que iban a partir la pana y que, si las plataformas no se plegaban ante él, los ciudadanos sí que lo harían. Consecuencia: la fragmentación de la izquierda. La división de votos y la ausencia de un proyecto común se lo ha puesto en bandeja a la derecha, que ha aprovechado para ocupar esos lugares.
Fácil sería decir “con su pan se lo coman”, el electorado les ha castigado, pues que lo paguen quedándose en la oposición. Pero es que los que verdaderamente van a pagar los platos rotos, son los ciudadanos. Con el auge de la derecha, vendrán las privatizaciones, los cortijos, los toros, la vuelta al reaccionarismo, los sobres, los dedazos, los amiguismos, el clientelismo, el fin de la participación. Llegarán la pérdida de las libertades y de las políticas sociales.
Quizá sea necesaria una catarsis para que vengan otros y arrastren a éstos. Otros que piensen en el Pueblo y que, años después, sigan pensando en él como el primer día. Otros que, cuando alcancen el poder, sepan ver que lo tienen que utilizar con responsabilidad.

Imperator Caesar Cerverius.