lunes, 1 de febrero de 2016

LA MARIPOSA NEGRA (Parte II)

En los años ochenta nos encontramos pues una dualidad muy significativa sobre la extrema derecha en España. Por un lado, en términos políticos coexistían una amalgama de siglas pertenecientes a distintas ramas de Falange, como Falange Española Independiente fundada en 1977; Falange Española Auténtica o incluso un nuevo partido fundado por Blas Piñar en 1986 como fue el Frente Nacional –que recibió apoyos económicos de la formación homónima francesa o del Movimiento Social Italiano-; pero todas ellas obtuvieron un rédito electoral escaso, por no decir nulo.
Sin embargo, a este ocaso político se contrapuso la continuación de actividades terroristas provocadas por la extrema derecha, en concreto por el Batallón Vasco-Español, cuyo centro de operaciones comprendió toda el área del País Vasco, el País Vasco francés y Navarra. Sus acciones iban destinadas a poner fin al terrorismo de ETA con sus mismas armas, con el uso indiscriminado de la violencia. Fueron otro ejemplo de la violencia política de los años ochenta en España que se cobró numerosas vidas, algunas de ellas inocentes. Esta formación fue “disuelta” en torno al año 1981, pero se debe traer a colación porque algunos de sus miembros, junto a otros de similares organizaciones como la Triple A (Alianza Apostólica Anticomunista) o los Grupos Armados Españoles fueron utilizados como la fuerza de choque parapolicial del PSOE en su guerra sucia contra ETA durante esta década, los GAL (Grupo de Liberación Antiterrorista); los cuáles llevaron a cabo acciones muy conocidas como el secuestro y asesinato de los terroristas José Luis Sala y José Ignacio Zabala en 1983 –que supuso el inicio de sus actividades junto al secuestro de Segundo Marey, un vendedor de muebles al que confundieron con un jefe del entorno de ETA-.
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Las actividades parapoliciales e ilegales del GAL se prolongaron durante cuatro años más hasta que investigaciones periodísticas, y a veces por los propios errores cometidos por la organización y los mandos policiales, pusieron al descubierto las conexiones entre este grupo con comisarios de la Policía Nacional, de la Guardia Civil e incluso miembros del Gobierno socialista como el ministro del Interior José Barrionuevo o el Secretario de Estado para la Seguridad Rafael Vera, los cuales ordenaron y autorizaron el uso de los fondos reservados del Estado para pagar a mercenarios franceses, portugueses y españoles que llevaran a cabo la acciones terroristas. Posteriores pesquisas por parte de jueces, en especial Baltasar Garzón, pusieron en jaque al GAL y a la cúpula ministerial del PSOE por encabezar acciones al margen de legalidad y con dinero público. Finalmente, tanto Vera como Barrionuevo fueron detenidos, juzgados y condenados a 10 años de prisión cada uno, así como el Secretario General del PSOE en Vizcaya, Ricardo García (7 años), junto a altos mandos policiales y de la Guardia Civil en el País Vasco.
Y si esto ocurría a nivel político, también resulta interesante observar la conformación de asociaciones, organizaciones y grupos de extrema derecha relacionados con equipos de fútbol en esta misma década, ya que fueron permeables a la entrada de nuevas simbologías y a la conformación de nuevas identidades. Algunos ejemplos fueron los Ultra Boys de Gijón (1981), Ultras Yomus de Valencia (1983), las Brigadas Blanquiazules del Espanyol (1985) o el Ligallo Fondo Norte del Real Zaragoza (1986). Pero por encima de ellos, debido a su gran número y a su naturaleza más violenta –así como por el hecho de que muchos de sus miembros se identificaron con la ideología neonazi y adoptaron rasgos estilísticos de los skinhead-, podemos destacar a la peña Ultra Sur del Real Madrid (1981) y al Frente Atlético, adscrita al Atlético de Madrid y fundado en 1982.
Sus rasgos más destacados fueron que muchos de ellos, en efecto, adoptaron posturas más radicales de la tradicional derecha española y se embriagaron del neonazismo que seguía presente en numerosos puntos de Europa en los años ochenta. Así pues, los miembros de estos grupos, en especial Ultra Sur y el Frente Atlético, iban más allá de las tradicionales peñas de animación del fútbol al adoptar posturas radicales de forma inmediata, exhibir pancartas, banderas y demás elementos de simbología ultra y protagonizar asaltos, peleas y agresiones a miembros de aficiones rivales. Pongo el foco en Ultra Sur porque a nivel nacional fueron el grupo más destacado durante la década de los ochenta, noventa y en varios años del siglo XXI. Sus ataques a aficionados- o a incautos peatones que osaran pasar por su bar cercano al Estadio Santiago Bernabéu-, así como su ostentación de simbología neonazi con banderas y emblemas dentro del propio campo y sobre todo, la impunidad de algunas de sus actuaciones, -las cuales eran encubiertas por la misma dirección del club-, hicieron que este grupo se granjeara una pésima fama no solo por los estadios de España, sino también por Europa.
Se demostraron dos hechos que pillaron a contrapié a sociólogos, estudiosos de la extrema derecha en España e incluso al estamento policial y judicial. Por un lado, la existencia de este movimiento ultra denotaba al mismo tiempo una conexión entre grupos afines, una especie de hermanamiento para agredir a aficiones rivales, especialmente aquellas que podían tener una ideología opuesta y cercana a la izquierda radical. Por ejemplo, era frecuente que acudieran miembros del Ligallo o de las Brigadas Blanquiazules al Bernabéu si el Athletic de Bilbao jugaba allí. Pero el fútbol era una excusa. Lo que unía a sus miembros en una especie de hermandad sacralizada era compartir una misma ideología y el sentimiento de “pertenencia a la manada”, donde los jóvenes eran protegidos cual cachorros por los líderes más radicales.
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Por otro, se hizo patente que el neonazismo, presente ya en países como Italia, Alemania, Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda o incluso en algunas zonas de los Balcanes había llegado también a España. Las relaciones entre miembros de distintos países fluían y permearon de una forma inimaginable. Se adoptó la estética skinhead, cabeza rapada, cazadora bomber y botas Doc Martens. Todos de uniforme, incluidas las mujeres, con influencias de los hooligans ingleses de los años setenta. Sus modos de expresión a través de pasquines, encuentro, hermanamientos y conciertos aumentaron exponencialmente desde finales de los ochenta hasta el siglo XXI.
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El franquismo era algo pasado. Nuevos tiempos requerían una nueva violencia y estética.


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-Olof.

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