viernes, 26 de febrero de 2021

MIRANDO AL CIELO EN LAS NOCHES DE INVIERNO.

Son muchas las noches que salgo a mi terraza, especialmente en verano, me siento en uno de los sillones y me tumbo en la hamaca, relajada observo el cielo nocturno, sus estrellas, planetas, algunos días podemos ver la vía láctea, si la contaminación lumínica lo permite. Que puedo decir, me encanta perderme buscando las constelaciones, sin embargo, no siempre supe qué era lo que veía, eran cientos de puntos brillantes, sin un nombre, apiñados en la bóveda celeste. Empecé a leer e informarme de unos años para acá, dejé de sentir esa frustración de no saber qué era cada uno.  Por ello, en varios posts intentaré acercaros el firmamento, os incluiré enlaces a páginas dónde encontraréis todavía más información y además os relataré algunas historias y leyendas ibicencas sobre esas constelaciones. Si os animáis, y sabéis las de vuestras regiones, no dudéis en enviarlas o escribir comentarios con ellas. 😊

Primero de todo nos acercaremos a las constelaciones que podemos ver en las frías y largas noches de invierno. En esta estación del año, el cielo está plagado de estrellas de primera magnitud, destacando lo que se conoce como, el Triángulo de Invierno, un luminoso asterismo formado por tres estrellas: Sirio, Proción y Betelgeuse. Sirio la estrella más brillante del cielo nocturno, pertenece al Can Mayor; Proción, se sitúa en una pequeña constelación, el Can Menor; y por último en la constelación más notable, Orión, la estrella Betelgeuse marca uno de sus hombros. En nuestro repaso a las constelaciones de invierno, no podemos dejarnos la alineación conocida como Las Tres Marías, que son el cinturón del cazador, y la brillante Rígel uno de sus pies. Aldebarán, el cúmulo de las Híades y especialmente el cúmulo de las Pléyades, de las que podréis distinguir seis de sus estrellas a simple vista, hacen destacar la constelación de Tauro en el firmamento. El Nath, estrella perteneciente a Tauro, dibuja junto a la constelación de Auriga, un gran pentágono en el que destaca la Capella.  En Gémenis, señalando las cabezas de los dos hermanos, están Castor y Polux. Por último, en Cáncer, pese a que no cuenta con estrellas brillantes, sí posee el Pesebre, un cúmulo que podemos ver a simple vista, ya que destaca como un manchón blanco en la negrura del cielo que lo rodea.[i] 

Constelaciones visibles durante el invierno. Está marcado el Triángulo de Invierno.[ii] 

Imagen del Observatorio Astronómico Nacional. IGN.[iii]

A lo largo de febrero, los días se han ido alargando en el hemisferio norte, mientras que en el sur se van acortando. Empezamos el mes en luna menguante y lo finalizaremos esta semana con una espléndida luna llena el día 27, el próximo sábado[iv].

A lo largo de varios meses pudimos observar durante el crepúsculo vespertino, la aparición de los gigantes gaseosos del sistema solar, Júpiter y Saturno; éstos nos abandonaron a mediados de enero, pero reaparecieron de nuevo al sureste a finales de febrero, sin embargo, están muy bajos para con el horizonte, por tanto, será a partir del mes que viene, marzo, cuando nos será más fácil verlos y localizarlos. Júpiter y Saturno no han venido solos, los acompaña en el horizonte el planeta Mercurio, actualmente podemos situarlos visualmente, a los tres, en la constelación de Capricornio. 

Amanecer del 28 de febrero. Imagen del Observatorio Astronómico Nacional. IGN.[v]

No son los únicos planetas que podemos observar, Marte, el planeta rojo, que lleva acompañándonos en el cielo nocturno desde otoño, seguirá haciéndolo; lo veremos desde el atardecer hasta la media noche aproximadamente. Como podemos ver, su brillo se ha ido atenuando a lo largo de este mes, desde una magnitud de 0,5 hasta una magnitud de 0.9[vi]. Marte comenzó el mes en Aries y lo finalizará en la constelación de Tauro, aproximando su posición a las Pléyades, para culminar el 3 de marzo en su máxima aproximación a este cúmulo estelar. 

Recorrido que ha realizado Marte este mes de febrero. Imagen del Observatorio Astronómico Nacional. IGN.[vii]

Las Pléyades.

Este jovencísimo cúmulo de estrellas se sitúa en la constelación de Tauro, son también conocidas como M45 y son visibles a simple vista, por lo menos seis de ellas, durante todo el invierno. Siete son sus estrellas principales; nacieron en la misma nebulosa gaseosa, pero actualmente se van separando por el espacio, continuando cada una de ellas su propia evolución; son estrellas de gran tamaño, para que nos hagamos una idea, son cinco veces el tamaño del Sol y su color es un blanco azulado[viii].

Nuestros antiguos ya las conocían, las tenían catalogadas y hacían uso de estas para orientarse y cuadrar sus calendarios labriegos. Heródoto, ya nos las nombra en varios versos dedicados al “Calendario agrícola” de su poema Trabajos y Días, en el siglo VIII a. C.

En la mitología griega, las Pléyades eran siete hermanas: Electra, Alcione, Maia, Taigete, Aterope, Celeano y Merope, hijas del titán Atlas y la oceánida Pleione. Una tarde paseando con su madre, se encontraron con el gigante Orión. Éste se enamoró de las jóvenes hermanas y comenzó a perseguirlas, lo hizo durante años; Zeus intentó ayudarlas a escapar y las convirtió en palomas, las jóvenes alzaron el vuelo hacia el cielo, cada vez más alto, hasta convertirse en el grupo de estrellas que son hoy. 

Las Pleyades de Elihu Vedder 1885.

Como sólo seis de las siete estrellas son visibles sin telescopio, los antiguos griegos, explicaron esta ausencia con diferentes historias y leyendas:

Se decía que menos Merope casada con el mortal Sísifos, el resto de las Pléyades estaban unidas con dioses. Por esta razón, una avergonzada Merope decidió abandonar a sus hermanas, imposibilitando que la veamos.

Por otro lado, tenemos el mito de Electra, considerada ancestro de la casa real de Troya. Cuando la ciudad fue tomada y destruida por los griegos, una desesperada y atormentada Electra ante el destino de los suyos, decidió abandonar a sus hermanas y se transformó en un cometa.

Ambas leyendas, serían la explicación utilizada por los griegos, para fundamentar la extinción física de la séptima de las estrellas. La astronomía a verificado científicamente, que este acontecimiento cósmico ocurrió en el siglo II a.C.

En Eivissa (Ibiza), nuestros mayores utilizaban diferentes nombres para referirse a este conjunto estelar: El nombre más utilizado era Cabrelles (Cabritas), Cabrilles, escambrilles, Set Donzelles (Siete doncellas), Set Verges (Siete Vírgenes), Set Germans (Siete hermanos), Set Cabretes, etc[ix]

Ses Cabrelles, imagen del libro Estels d´Eivissa.[x]

Se les denominada Cabrelles, ya que las asimilaban con un grupo de siete cabras con muchos cabritos seguidas por un pastor. Las siete cabras serían las Pléyades, los cabritos son las estrellas más pequeñas que hay alrededor, y el pastor que las sigue, sería la estrella Aldebarán. El rebaño vive en el cielo, sin embargo, de vez en cuando, bajan a la Tierra o caen al suelo a pastorear en diferentes localizaciones. Cuando lo hacen corren desbocadas, formando una gran algarabía por valles y montañas; si pueden coger a algún o alguna desprevenido/a, lo hacen y se lo/a llevan con ellas al firmamento, convirtiéndola/o en una estrella más de la Vía Láctea, conocida en Ibiza como el Camí de Sant Jaume (Camino de San Jaime), lugar del que jamás podrán regresar[xi].

 Salir a pasear la noche que las Cabrelles bajaban a nuestro mundo, era considerado muy peligroso, por tanto, la población, para estar prevenida, marcó en sus calendarios populares aquellos días que consideraron que se podía cumplir la leyenda, y de ese modo, evitar convertirse en una estrella. En Ibiza se daban dos fechas posibles, para que las Cabrelles bajasen o cayesen a la tierra: por un lado, la noche del 18 de diciembre (Santa Esperanza) y por otro, la fecha propuesta es la noche del 23 al 24 de diciembre[xii].

En la isla, hay testimonios que afirman, que esas pequeñas piedras redondas ennegrecidas, que mucha gente consideran erróneamente como meteoritos, son producto del estallido que producían las Cabrelles, cuando bajaban[xiii].

En Eivissa, a las Pléyades se les han dedicado adivinanzas, refranes y glosas, podéis encontrarlas en el fantástico libro Estels d´Eivissa, noms populars d´estrelles, planetes i constel.lacions a les illes Pitiüses:

Adivinanza:

Som un parell de vesines             

que estam en un remolí               

Mos veuen per tot el món:          

així, si mirau aquí.                         

Somos un par de vecinas

que estamos en un remolino

Nos ven por todo el mundo:

así, si miráis aquí.

Refranes:

No ha nascut ni naixerà qui pes maig ses Cabrelles veurà.

No ha nacido ni nacerá quien, para mayo, las Cabrelles verá.

Las Pléyades solo pueden ser vistas en otoño e invierno, por tanto, es imposible verlas en el mes de mayo.

Està més lluny que ses Cabrelles des Solei!

¡Está más lejos que las Cabrelles del Sol!

Hace referencia al hecho físico, de que el Sol se pone por el oeste del firmamento y las estrellas aparecen por el este.

Glosa:

Mal caiguessis de tant alt                             

com caigueren ses Cabrelles                         

que caigueren a la mar                                  

i quedaren fetes estelles!                              

Mal cayeses de tan alto

como cayeron las Cabrelles,

que cayeron al mar

¡y quedaron echas astillas!

BIBLIOGRAFÍA Y PÁGINAS WEB DE CONSULTA UTILIZADAS.

AAE.  Estels d´Eivissa. Noms populars d´estrelles, planetes i constel.lacions a les illes Pitiüses. Agrupació Astronòmica d´Eivissa. Eivissa, 2016.

VELASCO, P y VELASCO, E. Guía del Cielo. Para la observación a simple vista de Constelaciones y Planetas, Luna, Eclipses y lluvias de Meteoros en el año 2020. Procivel, 2019.

https://astronomia.ign.es/

https://www.astronomia-iniciacion.com/simple-vista.html

https://www.globalastronomia.com/el-cielo-del-mes-de-febrero/

https://www.windows2universe.org/mythology/pleiades.html



[i] VELASCO, P y VELASCO, E. Guía del Cielo. Para la observación a simple vista de Constelaciones y Planetas, Luna, Eclipses y lluvias de Meteoros en el año 2020. Procivel, 2019.  7.

[ii] Imagen en VELASCO, P y VELASCO, E. (2019). Íbid 7

[iii]   https://astronomia.ign.es/

[iv] Los datos que aportamos son referentes al hemisferio norte.

[v]   https://astronomia.ign.es/

[vi] La magnitud aparente (m) de un objeto celeste es un número que indica la medida de su brillo tal y como es visto por un observador desde la Tierra y la cantidad de luz (energía) que se recibe del objeto. Mientras que la cantidad de luz recibida depende realmente del ancho de la atmósfera, las magnitudes aparentes se normalizan a un valor que tendrían fuera de la atmósfera. Cuanto menor sea el número, más brillante aparece una estrella. El Sol, con magnitud aparente de −27, es el objeto más brillante en el cielo. Además, la escala de magnitudes es logarítmica: una diferencia de una magnitud corresponde a un cambio en el brillo de un factor alrededor de 2,512.

En el sistema moderno, basado en el sistema establecido por Pogson en el siglo XIX, los objetos más visibles tienen magnitudes negativas. Por ejemplo Sirius, la estrella más visible, tiene una magnitud aparente de -1,44 a -1,46. La escala moderna incluye a la Luna y al Sol; la Luna tiene una magnitud aparente de -12,6 y el Sol tiene una magnitud aparente de -26,7. Los telescopios Hubble y Keck han localizado estrellas con magnitudes de +30.  www.wikipedia.com

[vii] https://astronomia.ign.es/

[viii] AAE.  Estels d´Eivissa. Noms populars d´estrelles, planetes i constel.lacions a les illes Pitiüses. Agrupació Astronòmica d´Eivissa. Eivissa, 2016. Pp. 46-48.

[ix] AAE (2016). Íbid. 47.

[x] AAE (2016). Íbid. 46.

[xi] AAE (2016). Íbid. 47.

[xii] AAE (2016). Íbid. 47.

[xiii] AAE (2016). Íbid. 47.


Miss Rocher de la Tormenta



 

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