De la noche a la mañana, y a la luz de los datos obtenidos de las elecciones catalanas, apareció en Twitter un concepto: Tabarnia. Un nuevo territorio, creado a partir de algunas comarcas en Cataluña, y en las cuales Ciudadanos había salido victorioso. Esta región comprendía la ciudad de Barcelona, su área metropolitana y la franja de unión con la provincia de Tarragona. A saber, las comarcas de Tarragonés, Bajo Campo, Bajo Penedés, Alto Penedés, Garraf, Bajo Llobregat, Barcelonés, Vallés Oriental, Vallés Occidental y El Maresme. La creadora de este invento es una asociación cívica llamada Barcelona is not Catalonia (Barcelona no es Cataluña) y perfilan a esta singularidad como no independentista, contraria al Procés secesionista y partidaria de una escisión del resto de la comunidad autónoma. Alegan que la region es autosuficiente y quieren que sea bilingüe (realmente bilingüe).
Como todo lo que ocurre en internet, los acontecimientos se dispararon y no tardaron en aparecer una bandera y una idea: legalmente, y con la constitución en la mano, dicha región de Tabarnia podría escindirse de Cataluña y convertirse en la comunidad autónoma número 18. Los políticos afines a esta idea, se hicieron partícipes de la broma y compartieron en redes sociales su adscripción a la nueva región. Entonces, cuando todo estaba en el sumun, los independentistas estallaron y comenzaron a disparar razones por las que Tabarnia no debería hacerse realidad, como por ejemplo: que los territorios tenían que ser solidarios los unos con los otros con independencia de lo que aportan y reciben de la administración, que los derechos históricos invocados eran insuficientes para reclamar una escisión o que una decisión de tal envergadura debería ser tomada por toda Cataluña y no sólo por los habitantes de esa hipotética Tabarnia. Sin darse cuenta, ellos mismos habían caído en la trampa. Las mismas razones que esgrimían los unionistas en el proceso independentista, eran ahora munición de los secesionistas en la amenaza tabarnesa.
La broma, seguramente, seguirá unos días más y después se apagará, pero el conflicto catalán seguirá latente. Una población polarizada que hace suyo el “conmigo o contra mí”; un tejido social roto sin ningún costurero capaz a la vista, una administración central que hace oídos sordos a las inquietudes de más de dos millones de personas; un govern cesado, con parte en la cárcel y parte en fuga, que se obceca en llevar adelante un proyecto rupturista sin haber obtenido la mayoría en las urnas.
Por delante quedan días complicados en los que debe constituirse el Parlament, con el inconveniente de que parte de los cargos electos se encuentran fuera del país o entre rejas. Días en los que habrá que encarar negociaciones para formar gobierno con unos posibles socios que, actualmente, no se llevan muy bien. Y días que, si la cosa se alarga, habrá que empezar a sopesar repetir unas enésimas elecciones.
Sólo nos toca esperar, entre relatos fantásticos, que llegue un final en el que, como todo buen cuento, podamos ser felices y comer perdices.
Imperator Caesar Cerverius
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