jueves, 28 de enero de 2016

LA MARIPOSA NEGRA PARTE I

Vayamos a los convulsos y efervescentes años ochenta. España intentaba consolidar su obra política tras la Transición, sacudirse las sombras y heridas del franquismo e intentar llevar a cabo medidas reformadoras que le permitieran ingresar en Europa, un anhelo de que el país ingresara en el circuito comercial internacional para no perder el tren del progreso y mostrar al mismo tiempo, que era digno de ello. Que tenía mucho que aportar.
1982 fue una fecha clave en muchos aspectos. Por un lado, se ponía fin al periodo de la Transición abierto en 1976 -lección gratuita de Historia. Este periodo no comenzó en 1975 con la muerte de Franco-; con la llegada al poder del PSOE tras unas elecciones en las que obtuvo una mayoría absoluta con 202 escaños de los 350 en el Congreso. Por otro, en ese intento de demostrar al mundo que España era un país moderno, libre y democrático se celebró en nuestro país el Mundial de Fútbol, un acontecimiento sin parangón, solo comparable -a menor nivel, claro- a la Eurocopa de 1966, aunque en esta ocasión los resultados futbolísticos fueron... lamentables. ¡Ah, qué tiempos aquellos cuando ganábamos todo antes de jugar!
Y por último, un 20 de noviembre de 1982 -fecha simbólica donde las haya-, Blas Piñar, el histórico dirigente de Fuerza Nueva, decretaba la disolución de su partido al no lograr una posición de relevancia en el espectro político español. Su excesivo carácter presidencialista y personalista, su poco arrastre electoral a pesar de las multitud que acudía a sus mítines y la ausencia de elementos sociológicos en edad adulta dentro de su formación jugaron en su contra; así como su poca modernización como partido y en el discurso y no saber acoger en su seno a elementos descontentos de la sociedad, justo lo contrario que hizo Jean Marie Le Pen en Francia. A ojos de la ciudadanía no eran más que una banda de asesinos sin una cultura política. Violencia por violencia, cuyo mejor ejemplo fue la organización Frente de la Juventud y disuelta también en 1982. Atrás habían quedado los mejores años de Fuerza Nueva, precisamente en la Transición, cuando miembros de su organización y de su posterior formación política ocupaban las primeras planas de los periódicos a raíz de la autoría de numerosos atentados terroristas en connivencia con estamentos policiales y judiciales, entre las que destacan la muerte de Arturo Ruiz por disparos, la indiscriminada matanza de Atocha, las explosiones en las sedes de la revista El Papus y en El País o los salvajes asesinatos de Ana Teresa Barrueta y Yolanda González Martín.
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Los años ochenta fueron testigos de su ostracismo político pero sus actividades terroristas continuaron por parte de otras organizaciones adscritas a esta ideología, contando todavía con una notable movilización en la clandestinidad. Pero precisamente fue en el Mundial de fútbol de 1982 donde la extrema derecha española vio una oportunidad de reinventarse al ser testigos de la irrupción en muchos estadios de numerosos grupos de naturaleza violenta y vinculados a la extrema derecha italiana, en concreto al Movimiento Social Italiano, que animaban cómo nunca se había visto antes. Y a ello hay que sumar el fenómeno del "hooliganismo" inglés, escocés o norirlandés que hacía temblar a las ciudades que recibían a equipos ingleses en la Copa de Europa. E incluso podemos citar una influencia brasileña y argentina. Esa pasión desaforada por los equipos, esos tifos, pancartas y gritos de ánimo durante los noventa minutos del partido, esos encontronazos con las distintas policías del continente y sobre todo, esa naturaleza violenta contra el sistema establecido, la democracia y la multiculturalidad fue vista con fascinación y tomada como ejemplo por la extrema derecha española, que vio en los campos de juego un nuevo espacio de manifestación, visibilidad y modernidad.
-Olof.




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