Saludos, lectores de Face It! (si es que aún queda alguno
por ahí).
Me he decidido a desempolvar el teclado y escribir unas
líneas, aparte de por el tiempo extra con el que cuento, para expresar mis
opiniones sobre la gestión de la pandemia, en la que nos encontramos, y el
comportamiento de la gente durante la misma.
A la altura de las circunstancias, y tras todo lo vivido,
creo que todos podemos concluir que el tratamiento de la crisis ha sido más que
mejorable. Pero igual que sentencio con rotundidad tal afirmación, también creo
que la intención del Gobierno ha sido la de paliar, cuanto antes, el daño. La
coordinación para evitar contagios, tratar a los enfermos, y no paralizar el
país en el intento, seguro que no es fácil. Esta administración no ha estado
acertada en todas sus decisiones, pero me cuesta mucho creer que otra lo
hubiese hecho mejor. A lo largo de esta piel de toro, en la que habitamos,
gobiernan local y regionalmente partidos de diferente espectro político. Y en
ningún caso se puede decir que la gestión haya sido impecable.
Pero, más allá de las decisiones de nuestros dirigentes, en
las que poco o nada podemos intervenir, querría hablar de nuestras propias
acciones. Cuando todo esto pase (esperemos que más pronto que tarde), qué
dejaremos en el historial de nuestra conducta. Qué podremos contar, dentro de
muchos, muchos años, a nuestros hijos o nietos. Y creo que no todos podrán
sostener la cabeza en alto y decir “yo contribuí a luchar contra el
coronavirus”. No sólo hablo de combatir físicamente contra la pandemia, como
hacen sanitarios, cuerpos y fuerzas de seguridad o empleados de supermercados,
todos convertidos, a día de hoy, en héroes. Perdón, HÉROES. Hablo de los que
han movido algún dedo para que el tránsito por esta crisis sea más llevadero. Me refiero a los que permanecen encerrados en
casa, aunque las paredes se les caigan encima, y se resisten a hacer un
“Alfonso Merlos”. Aludo a los que salen todos los días a las 20:00 (algunos,
incluso, a las 19:59) a aplaudir a los HÉROES de los que hablaba antes. Hablo
de esos vecinos que van a la compra y se acuerdan de la abuelica del quinto,
que no tiene a nadie, y le acercan unos huevos, unas piezas de fruta o un poco
de leche. Incluso me remito a los que, aun estando en desacuerdo con la gestión
de la situación, callan, porque de pequeños les enseñaron que, cuando no tienes
nada bueno que decir sobre algo, es mejor no decir nada.
Me reconcome el hastío, la rabia y el desprecio por aquellos
políticos y periodistas que, lejos de contribuir a la superación de la crisis,
la aprovechan para hacer sangre del asunto. Parece que deseen el agravamiento
de la pandemia sólo para utilizarlo como munición contra el actual Gobierno.
Así, como repugnantes villanos de opereta, se relamen con cada aumento diario
del número de víctimas, se carcajean con socarronería con cada medida
heterodoxa y alientan a sus seguidores a sacar las cazuelas a los balcones
minutos después de los aplausos. Repulsiva me parece, especialmente, esta
última iniciativa. Convertir un acto luminoso, altruista y espontaneo en una
ceremonia soez, traidora e indigna que en nada ayuda a superar la crisis.
Juntos superaremos esta pandemia y será tiempo, entonces, de
evaluar la gestión de la misma. Los que tengan que caer, caerán, y los que
deban ser recompensados, lo serán. Pero ocurrirá después, no en medio de la
crisis. A los que pedís, insistentemente, la dimisión de Pedro Sánchez, ¿creéis
realmente que un cambio en la cabeza del ejecutivo es una decisión inteligente en
este trance?
Sirvan estas líneas para hacernos reflexionar sobre nuestro
comportamiento y determinar si estamos ayudando o perjudicando a superar esta
situación. Sobre todo, intentad hacer un ejercicio de transporte mental hacia
el futuro y decidid si, al echar la mirada atrás, estaremos orgullosos de
nuestra actuación, o nos avergonzaremos.
Y, por último, una petición. Por favor, no salgáis de casa.
Imperator Caesar
Cerverius